Bienvenidos a la máquina

Greg Palast, colaborador del diario inglés The Guardian, ha dado seguimiento a las elecciones mexicanas y publicado los resultados de sus investigaciones en su columna semanal. Ya en este blog habíamos presentado un artículo de este periodista, en el cual revela que el gobierno norteamericano cuenta, indebidamente, con información sobre nuestro país relacionada con las elecciones. El artículo que hoy traduzco, además de rememorar la información anterior, destaca el papel importantísimo que en el resultado del cómputo distrital de las elecciones mexicanas tuvo el llamado “voto blanco”, es decir los votos nulos, el más alto número de ellos que se haya registrado en una elección en México: 827 000. Destaca, asimismo, la anormal cantidad relativa de votos que para “oficinas bajas” se obtuvo en ciertos distritos; en éstos, como habrán escuchado por diferentes medios mis lectores, los votos para senadores y diputados fueron más numerosos que los recibidos para presidente. Tales irregularidades coinciden con las que le dieron la presidencia a George W. Bush en Estados Unidos, un país escasamente politizado que se caracteriza por no defender sus votos (tradición de la cual algunos tontos editorialistas dicen sentirse orgullosos).
Un organismo afiliado al Partido Republicano de Estados Unidos, el Instituto Republicano Internacional, admitió haber asesorado al PAN. Como ustedes saben, soy antagónico a Acción Nacional, pero aun si me contara entre sus simpatizantes, la “amistad” de este partido con el Republicano es algo que seguiría rechazando con repugnancia. La historia reciente de los republicanos ha llevado la vergüenza a su país y la desgracia al resto del mundo.
Bienvenidos a la máquina.

Tan aromático como en Florida
Greg Palast
The Guardian
14 de julio de 2006
Hay algo podrido en México. Huele como Florida. El partido gobernante, Acción Nacional (PAN), amigo de Washington, fue proclamado ganador la semana pasada en la carrera presidencial, en la primera elección mexicana “limpia”, aunque por un margen tan grueso como una tortilla. Pero aceptar que esto fue así requeriría que cerráramos los ojos a algunos hechos sospechosos en el cómputo de los votos, hechos que nos recuerdan los juegos que jugó la familia Bush en la Florida del año 2000. De hecho, las pruebas sugieren que el equipo Bush ha metido sus manos en lo que puede ser otra elección presidencial manipulada.
Inmediatamente antes de la votación del 2000 en Florida, divulgué en The Guardian que el gobernador Jeb Bush había ordenado el retiro de decenas de miles de ciudadanos afroamericanos de las listas de votantes del estado. Los llamó “criminales”, pero nuestra investigación descubrió que su único crimen era ser negros. Esa pequeña falta de votantes en las listas le dio la Casa Blanca a su hermano George.
El triunfo de Jeb –impensable sin el rasurado del padrón electoral– fue creación de una firma privada de Alpharetta, Georgia, llamada Choice Point. Ahora, al parecer, Choice Point está de regreso en el negocio de las listas de votantes –en México– bajo la dirección del gobierno de Bush. Hace unos meses tuve en mis manos una copia de un memo del FBI marcado como “secreto” respecto a un contrato de “recopilación de investigaciones de inteligencia contra el terrorismo en el extranjero”.
Dado que el memo tenía fecha del 17 de septiembre de 2001, esto es una semana después del ataque contra el WTC, la cacería de terroristas parecía buena idea, pero, extrañamente, en tanto que los 19 secuestradores provenían de Arabia Saudita y el Golfo Pérsico, el contrato pretendía obtener los archivos de las listas de votantes de Venezuela, Brasil... y México.
Lo que estos países latinoamericanos tienen en común, además de carecer de terroristas, es un presidente de izquierda, o un candidato de izquierda que encabeza las encuestas, líderes de una marea latinoamericana hostil a Bush. Parecería que el gobierno de Bush teme que la ola izquierdista suba hasta la frontera sur de Estados Unidos.
Al igual que en Florida en el año 2000, mi equipo de investigación encontró la semana pasada en la Ciudad de México a ciudadanos en los vecindarios pobres, el semillero de la izquierda, quejándose de que sus nombres “habían desaparecido” de las listas de votantes. ChoicePoint no puede saber qué uso le dará el equipo de Bush a sus listas. Pero el hecho de haber sido borrados los registros nos hace preguntarnos, antes de que se certifique esta elección, ¿hubo una purga como la de Florida?
Hay que destacar que el partido gobernante deja el registro en las manos de los funcionarios electorales, y nada más. (En Venezuela en 2004, durante la elección especial donde se ratifico como presidente a Hugo Chávez, vi a los opositores de éste consultar las listas de votantes en sus computadoras portátiles. ¿Se trataba de los archivos del FBI? Chávez cree que sí, pero, habiendo resultado victorioso, no insistió más en el caso.)
Además del calor, hay otros detalles que las elecciones de México comparten con la de Florida. La comisión electoral del PAN contó para su candidato, Felipe Calderón, 402 000 votos más que para su contrincante Andrés Manuel López Obrador.
Esto es significativo, a la luz de la sorpresiva votación por el candidato “Sr. Blanco” (las 827 000 papeletas dejadas en blanco). Hemos visto antes al mismo Sr. Blanco hacer esto en Florida, donde la Secretaría de Estado de Florida (la cual participó también a favor de la campaña de Bush) anunció que 179 000 papeletas no mostraban ningún voto para presidente. Las máquinas no podían leer estas papeletas “con la orilla levantada” y otros problemas técnicos. Los seres humanos pueden leer estas papeletas con facilidad, pero el conteo manual fue bloqueado por un recurso legal interpuesto por Bush.
En México ocurre algo similar. La “victoria” de Calderón se basa en una grosera cantidad de hojas en blanco. El PAN, así como los funcionarios electorales, rechaza el llamado de López Obrador para un recuento a mano de cada voto, pues con toda seguridad esas boletas vacías se llenarían. Los votos blancos raramente obedecen al azar. En Florida, el 88% de las boletas en blanco procedían de distritos afroamericanos, cuya preferencia suele ser demócrata.
En México, las boletas supuestamente vacías o ilegibles vienen de los distritos pobres donde es más fuerte el desafío del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Se oye un eco, al sur de la frontera, del “no contar” estadunidense. Algunos lo llaman “goteo negativo”. En un número sorprendente de distritos mexicanos, la comisión federal electoral registró este goteo negativo: más votos para las “oficinas bajas” (senadores y diputados) que para presidente. Los partidarios de López Obrador, en masa, ¿se olvidaron de depositar su voto en la urna?
Hay señales de la intromisión de Washington en los comicios de su vecino. El Instituto Republicano Internacional, un brazo del partido de Bush financiado por el gobierno de Estados Unidos, admite haber dado entrenamiento táctico al PAN.
¿Acaso el PAN también hizo uso de los archivos del FBI con las listas de votantes? (El contratista norteamericano ChoicePoint, con sus agentes mexicanos a punto de ser arrestados por hacerse de la información, negó haber cometido la fechoría y destruyó sus copias de las listas, pero ¿qué hay de la copia del Sr. Bush?)
El partido mexicano pro-Bush clama que ha conducido la primera elección verdaderamente honesta en la historia del país, pero rechaza contar de nuevo las boletas o explicar la purgación de votantes. ¿Han servido a la democracia el PAN y su aliado, o se trata simplemente de Florida con salsa?
Greg Palast es el autor de Armed Madhouse: Who's Afraid of Osama Wolf?

http://www.youtube.com/watch?v=W-hXHX7rQpw