martes, julio 18, 2006

La disputa política en el México de 2006: ¿Qué está en juego?

Una de las mejores revistas que conozco, El Catoblepas, está disponible para su lectura gratuita en internet. La revista es española y, según su propia página de presentación, “en ella caben artículos y comentarios críticos sobre cualquier asunto de actualidad, críticas de libros, de opiniones, de películas, de programas de televisión, de actuaciones políticas, &c. El Catoblepas se preocupa por el presente, es decir, por cualquier cosa que pueda suceder en el mundo, aunque, como es natural, prestará especial atención a lo que sucede en los distintos Estados que en distintos continentes se sirven de la lengua española y de la portuguesa”.
Desde hace por lo menos un año, en El Catoblepas han encontrado lugar opiniones y análisis interesantes sobre la candidatura mexicana de Andrés Manuel López Obrador. La tendencia general de El Catoblepas no es, de ningún modo, de izquierda, cual suele ser el giro de las publicaciones que más atención le conceden a López Obrador. De hecho, la principal figura animadora de la revista es el filósofo Gustavo Bueno, quien admite, de magnífico humor, sentirse identificado con las ambiciones imperialistas de una España que, muchos creeríamos, pertenece a otros tiempos. Afortunadamente, el Consejo de Redacción posee la suficiente amplitud de criterio para admitir dentro de cada número proposiciones divergentes, e incluso se fomenta la polémica entre los colaboradores de la revista, razón por la cual podemos leer –es un ejemplo y podría dar otros– una opinión favorable al Noam Chomsky analista político, seguida de una opinión rotundamente en contra de Chomsky y de quienes en política lo siguen.
El siguiente texto, aparecido el pasado mes de junio, compara los proyectos políticos de Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón, así como las expectativas que ofrece cada uno para la presidencia, considerando nuestro contexto histórico y nuestro pasado inmediato. Estoy seguro de que el artículo despertará el interés de los visitantes de este blog y atizará entre nosotros una vigorosa discusión.
¿Que por qué rayos lleva la revista ese nombre tan raro de "catoblepas"? Vayan al sitio de marras y sepan.

La disputa política en el México de 2006: ¿Qué está en juego?
Mauricio Sáez de Nanclares Lemus
No hay nada que vaya a ocurrir necesariamente y el campo de posibilidades es relativamente amplio: una extraña fascinación caracteriza a los días presentes
Detrás de la esperable confusión desatada en el proceso electoral acerca del significado político de cada opción partidista, se esconde una compleja trama en la que se dan cita personajes, procesos locales y redes transnacionales. Para entenderlo, se han elaborado algunos esquemas simplificadores. De este modo, el proceso político-electoral mexicano se ha organizado en función de ciertas dicotomías, la mayor parte de las cuales constituyen fruto de las construcciones ideológicas que se han forjado en las últimas décadas y en la accidentada lucha electoral.
Para efectos prácticos, en el plano político-partidista, la lucha se ha centrado en dos candidaturas. Por un lado, Andrés Manuel López Obrador (en adelante, AMLO), anterior jefe de gobierno de la Ciudad de México, postulado por una alianza comandada por el Partido de la Revolución Democrática, el mismo que surgió a principios de los años noventa por una ruptura dentro del oficialismo histórico, es decir, el PRI, y por lo que entonces ya se había constituido como la izquierda partidista. Esa ruptura se produjo a raíz del ascenso de un personaje que aparecerá en el presente texto varias veces: Carlos Salinas de Gortari.
Por otro lado, Felipe Calderón se presenta como el representante del Partido Acción Nacional, formación política que durante décadas operó como oposición leal (la que participa en las contiendas electorales a sabiendas de que no ganaría), que incrementó sus triunfos políticos precisamente a partir del periodo iniciado por Salinas de Gortari y que actualmente ocupa la presidencia con Vicente Fox.
Las dicotomías políticas que se han formado en torno a estos dos candidatos resultan de lo más heterogéneo. En ciertos casos se ha construido la dicotomía entre un proyecto racional, responsable y volcado a la globalización (el PAN) y un proyecto irresponsable, nacionalista y peligroso (el PRD), caracterización que proviene, por supuesto, del PAN. En otros casos, se ha presentado una caracterización opuesta y simétrica: Calderón representa el partido de la oligarquía mexicana, como una propuesta atravesada de intereses privados plutocráticos incrustados en las filas del partido y en el personal de gobierno, mientras que López Obrador representa la opción de las mayorías abandonadas por las políticas neoliberales iniciadas con el salinismo y continuadas por Fox. Esta caracterización se acerca más a la elaborada, evidentemente, por el grupo de AMLO.
También se ha construido la dicotomía como la correspondiente a izquierda-derecha. En esta visión, que ha pasado a ser una especie de sentido común en forma práctica del actual proceso, AMLO es la opción de izquierda y Calderón la derecha. Parecida a esta fórmula resulta ser la que coloca la opción de AMLO como una especie de reedición del ideal republicano encabezado por Benito Juárez en el siglo XIX, fórmula que coloca a los adversarios como una reedición de los adversarios del propio Juárez, es decir, un grupo de conservadores que llegados al límite optaron por un gobernante extranjero (Maximiliano), a su vez apoyado por el estado francés.
También se presenta la dicotomía ricos-pobres como si se tratara de lo que ordena el proceso político actual, versión defendida por los panistas, que de este modo llaman a una satanización de la lucha de clases y el enfrentamiento entre nacionales, en una forma completamente esperable de lo que hacen todas las derechas o grupos defensores del statu quo.
Estas dicotomías se dirigen claramente a producir una perceptible distinción entre los dos proyectos y ha dado pie a una campaña alimentada de escándalos, contrastes desinformadores y no pocas calumnias. Es un hecho que las dicotomías han penetrado en las percepciones dominantes y hay quien ha llegado a creer que son verdaderas. A fin de cuentas, de eso se trata en las campañas. Se ha producido un fuerte clivaje sociopolítico, que ha llevado a varios «observadores políticos» a advertir sobre el riesgo de una desestabilización después de las elecciones.
La forma que parece ser más elaborada de presentar el mencionado clivaje se centra en el llamado modelo económico. Sostendré que esa visión es incorrecta y que resulta más promisorio concebir que en la actual disputa se encuentran en juego las estructuras políticas de las cuales depende la transferencia de los costos derivados de los arreglos políticos que dieron forma al llamado modelo neoliberal. Admito que es una fórmula un tanto engorrosa, pero trataré de clarificarla en adelante.
Procederé del siguiente modo. En primer lugar presentaré un marco interpretativo dirigido a comprender lo que necesita ser descifrado. Esto último no es que los gobiernos de las últimas dos décadas hayan optado por el llamado neoliberalismo o consenso de Washington, sino el grado sorprendente de ortodoxia que en ciertos renglones han mostrado los gobernantes mexicanos.
Después de ello, intentaré una descripción de la estructuración política requerida para la adopción del credo neoliberal y para su asombrosa ortodoxia. Esta estructuración es tremendamente compleja y aquí se intentará una descripción un tanto estilizada y seguramente incompleta.
Para terminar la exposición, el presente texto propone una «lectura» del proceso político actual y las perspectivas que se abren frente a la lucha política en curso.
1. Un proyecto hegemónico bajo la forma de modelo económico
La actual estructuración del poder en México tiene una historia que se remonta unas dos décadas atrás. Para reconstruir dicha historia, aunque sea brevemente, se requiere centrar la atención en el individuo que ha funcionado como núcleo de las redes creadas con el poder político: Carlos Salinas de Gortari.
La presencia de Salinas en los espacios de poder, durante los años ochenta, coinciden con la adopción del llamado modelo neoliberal. En 1988, cuando este personaje llega a la presidencia, no queda más duda. Incluso se propuso reformular el ideario del PRI con el lema del liberalismo social. Independientemente de que haya serias dudas acerca de si alguna vez existió un ideario de dicho partido, el hecho es que Salinas lo formuló y convirtió en bandera política. Durante su mandato y en el siguiente (Ernesto Zedillo) se produjo un cambio de importancia en el país. Con frecuencia se plantea la idea de que el neoliberalismo salinista obedece a una especie de ideología febril: una creencia apasionada en que tal era la fórmula que necesitaba el país. Esto último es muy discutible. Bastante más plausible es la idea de que Salinas y su grupo abrazaron el llamado neoliberalismo como parte de una estrategia política para construir una coalición duradera que les permitiera reorganizar el país según esa visión. Mientras una buena parte de los opositores del salinismo se han dedicado a discutir con la ideología neoliberal, con las teorías en que se apoya y con las políticas en que desemboca, lo más probable es que si la corriente ideológica de moda hubiese sido otra la habría adoptado con igual o parecida pasión.
Salinas tuvo la visión de entender que se avecinaba con fuerza en el mundo lo que podría llamarse el paradigma neoliberal. El haberse convertido en un entusiasta impulsor no sólo en su país sino en el resto de América latina lo convirtió en una especie de agente de la ampliación continental del llamado consenso de Washington. Éste es el caso de la adopción pragmática de un credo ideológico con miras a establecer una estructura de poder en su país y a integrarse en los círculos selectos del poder mundial (la elite tecnocrática multilateral y la estadounidense). Esto es una construcción estratégica de primer orden, independientemente del juicio valorativo que se le atribuya.
Una vez llegados a este punto, lo que resulta digno de mención es la ortodoxia neoliberal del salinismo. Han sido los campeones de las políticas de privatización y del libre comercio, dos de los puntales del credo neoliberal. Se trata de un extraño caso de ortodoxia a ultranza. En muchos otros lugares del mundo los grupos políticos han construido opciones que encuentran alguna posición media entre la ortodoxia y alguna forma de heterodoxia. Pero en el caso mexicano en estos dos rubros se ha sido «más papista que el Papa». ¿Por qué?
En primer lugar, los resultados de las políticas adoptadas durante este tiempo han sido por lo menos ambiguos. En el lado del saldo positivo, se han conseguido estabilizar las llamadas variables macroeconómicas, las que ofrecen grados de certidumbre a los inversionistas y observadores del exterior. ¿A qué costo? Aquí empiezan las malas noticias. Incremento de la pobreza, insuficiencia en el empleo, abandono del sector agrícola, destrucción de cadenas productivas imputable a la apertura del comercio exterior, entre otras. Como se puede ver, al describir dicho saldo desde el punto de vista de las consecuencias económicas (porque en el lado político se consiguió liberalizar el régimen de partido de estado), lo que resalta es que tales resultados presentan varios flancos bastante débiles. Estos resultados son lo que vuelven políticamente atractiva la desaprobación del llamado modelo económico.
Es evidente que no hay que buscar la explicación de dicha ortodoxia en sus consecuencias económicas. El punto central de este asunto es que la ortodoxia del neoliberalismo salinista ha sido el instrumento privilegiado para construir una red de intereses que sirve de apoyo político al grupo gobernante, incluida la elite panista y el foxismo. La privatización ha resultado una estrategia que ha dado unos cuantos resultados positivos para los consumidores, a la vez que notorios y abundantes resultados que mucho se parecen a verdaderos atracos masivos. Pero ha producido en paralelo un grupo de privilegiados que ha apoyado al grupo político salinista contra viento y marea. Salinas se propuso crear una nueva elite empresarial, volcada a los mercados globales, y ha dejado en el abandono a un segmento muy amplio de los agente económicos, los que no iban a ser competitivos ni globales ni nada parecido. A este grupo se han agregado los allegados al foxismo, también favorecidos
La apertura comercial y financiera ha sido, en paralelo, la pieza que le ha permitido al grupo político dominante obtener apoyos políticos en el exterior. La liberalización de los activos estatales, en particular lo relativo al petróleo, han permitido ampliar esas redes. Felipe Calderón, por ejemplo, ha colocado como una de sus propuestas principales liberalizar la inversión nacional y extranjera en el ámbito petrolero. Por lo que se ve, se trata de una estrategia para fortalecer las redes de apoyo al grupo político.
Salinas no sólo estructuró una red de apoyos entre los empresarios montado en la ideología del globalismo y el consenso de Washington: también se ha presentado en el ámbito latinoamericano como adalid de los tiempos modernos. Por eso su insistencia, y también la de Fox, de clonar el modelo de libre comercio de América del norte al resto del continente. Esta estrategia es, hoy, un fracaso, ante formas alternativas de integración que eliminan el pretendido liderazgo mexicano en América latina. Pero queda el hecho de que las redes político-empresariales, fosilizadas en los centros neurálgicos del estado, tienen el camino libre para conservar el poder tanto como se pueda. El único límite es que no aparezca una corriente política que convierta en capital político y propuesta de gobierno una respuesta diferente a los lastres de pobreza y exclusión que ha dejado el ciclón neoliberal.
Y en la elección del 2 de julio de 2006 se trata precisamente de esto último.
2. La estructuración del poder en México
Un esquema interesante para adentrarse en la estructuración del poder consiste en dar una serie de pasos, no extremadamente complicados. En primer lugar, es posible optar por concebir al estado como una organización. Es decir, como el producto en continuo movimiento entre la inestabilidad derivada de sus relaciones con el entorno y los arreglos producidos internamente para mantenerse, precisamente, organizado. Es verdad que el estado es una organización sui generis; pero al fin y al cabo organización. La capacidad de mantenerse organizada depende de que puedan mantenerse en un espacio controlable determinadas zonas de incertidumbre de la vida estatal. El poder se distribuye en una organización según se integren los grupos que controlan las zonas de incertidumbre. Pues bien, en esta línea, la estructuración del poder en el estado mexicano depende de cómo se han organizado las zonas de incertidumbre claves para la conservación de lo que hace que el estado sea precisamente un estado. Voy a enumerar algunas de estas zonas y delinear de este modo la estructuración del poder en México.
La inversión
Es incierto que un estado siga siéndolo si no hay inversión por parte de agentes económicos. Cada organización resuelve este problema de diferente manera. En su forma actual en México, se asegura la reducción de esta incertidumbre con un esquema de privilegios para un grupo de grandes y poderosos empresarios, un esquema fiscal ineficiente y en algún sentido complaciente en la recaudación. Es cierto que recientemente se han facilitado los trámites para poner en marcha un negocio y se ha asegurado desde hace años la estabilidad de las variables macroeconómicas. Pero la cuestión central sigue siendo que el gobierno ha dedicado ingentes esfuerzos para reducir el riesgo que entraña toda inversión. Mientras más grande sea la inversión, mayores los esfuerzos para que el inversionista reduzca el riesgo de fracasar o para beneficiarlo por arriesgar su capital en la extraña aventura de abrir un negocio en un país un tanto exótico. Hay un común denominador para asegurar inversión: canonjías. Con la ventaja de que a la larga las canonjías se traducen en apoyo político. Una de las características de la ortodoxia neoliberal mexicana es que ha invitado al control de esta zona a poderosos grupos de inversionistas extranjeros. En esta zona de incertidumbre se inscribe el hecho de que la economía mexicana está «amarrada» al comportamiento de la estadounidense, particularmente en lo que se refiere a las tasas de interés.
Esta zona de incertidumbre se logra controlar al costo de mantener en la marginalidad económica a un segmento muy amplio de la población, que se inserta en la llamada economía informal o bien que decide migrar a los Estados Unidos.
La pluralidad política
La adopción del consenso de Washington incluía el molesto asunto de liberar la política. Es incierto que el estado se mantenga en las actuales condiciones si no consigue reivindicar una condición de pluralidad política efectiva. Al parecer, en los planes originales se consideraba reducir la pluralidad a dos partidos (el PRI y el PAN), pero el esquema fracasó y ahora se ha fortalecido un esquema tripartidista: se ha agregado el PRD. La pluralidad se mantiene con una baja calidad en la representación política y se compensa con un oneroso gasto público destinado a los partidos, con lo que se garantiza la mencionada pluralidad. Pluralidad política y un régimen electoral pactado por los partidos permite ofrecer una faz democrática que no se podía presentar años atrás.
Un subproducto de ello es lo que podría denominarse la pluralidad político-mediática, el hecho de que cada uno de los partidos tiene la posibilidad de saturar los medios con sus mensajes, lo cual ha significado para las empresas televisoras un jugoso negocio. En torno a esta zona de incertidumbre se han formado campos específicos en los que se libran batallas en ocasiones bastante crudas. Uno de ellos es el de las encuestas, como expresión pretendidamente científica de colocar en la opinión pública los grados de éxito de todos aquellos que se mueven en la mencionada pluralidad.
Un campo semejante es el de los líderes de opinión, que traducen al mundo mediático el complejo de intereses que resultan de la pluralidad política, en ocasiones con una precariedad tal que mueve a tristeza. Pero supongo que es un atributo no sorprendente del frívolo mundo de la fama mediática.
Esta zona de incertidumbre puede controlarse siempre que se mantenga relativamente liberalizada. El riesgo que entraña la operación de esta zona es un exceso de pluralismo; se entiende que ese pluralismo se vuelve excesivo cuando sobrepasa un umbral establecido por la propia coalición dominante. Eso explica que esta zona se encuentre tomada por un conjunto de oligopolios: el oligopolio partidocrático, el oligopolio de los productores de saber demoscópico (en el lenguaje popular mexicano, encuestólogos) y el oligopolio de los líderes de opinión, entre otros. Las calificaciones internacionales
Una novedad en las zonas de incertidumbre de los estados contemporáneos radica en el estar sujetos a la observación y evaluación externas. Se califica el nivel de riesgo para los inversionistas, se califica el grado de cumplimiento en materia de derechos humanos, se califica y compara en cuanto a la efectividad de los sistemas educativos, entre otros muchos ámbitos.
Las malas calificaciones son señal de mal desempeño y este mal desempeño –si no se corrige– es señal de más calificaciones malas, y así consecutivamente. La zona de incertidumbre entonces tiene que controlarse por expertos capaces de modificar las variables sujetas a escrutinio. El estado mexicano –sin que sea una cuestión que sólo le competa a él– organiza esa zona de incertidumbre con un mecanismo de reclutamiento de expertos, preferentemente egresados de una universidad privada «de prestigio» y con algún posgrado –también «serio»– del extranjero. Si es de Estados Unidos, mejor. Al reclutamiento añade un atractivo esquema de incentivos para el personal así reclutado, lo que se traduce en salarios «competitivos» y el paulatino aislamiento de las viejas generaciones, que no entienden nada de la nueva gestión pública y mucho menos de las políticas públicas. (Por cierto, una seña de identidad entre estos grupos consiste en introducir sutiles rupturas con el español que se habla en sus países, para construir neologismos que los distingan de los que hablan español a secas. Así, en lugar de utilizar el más común «a final de cuentas», es posible escuchar «al final del día». Pequeños síntomas de una minoría privilegiada con pretensiones aristocráticas.)
La incertidumbre generada por las calificaciones externas se traduce en un oneroso gasto público destinado a los salarios de la alta burocracia. Tenemos, pues, en el sector público mexicano, una versión renovada y «globalizada» de lo que el sabio mexicano del siglo XIX, José María Luis Mora, denominó la empleomanía.
Administración de la infelicidad
Los pobres son un problema porque no compran (no forman demanda efectiva), se organizan en las fronteras de la ilegalidad, alimentan la inseguridad de las ciudades y –lo que es a todas luces peor– están orillados a vivir en una especie de infelicidad estructuralmente determinada. En un modelo un tanto abstracto, la combinación de carencia de oportunidades efectivas e información oportuna y pertinente produciría ausencia total de esperanza. Los pobres son un problema porque en el fondo son clases peligrosas, como se daba en llamar a quienes se encontraban hace doscientos o cien años al margen de toda posibilidad objetiva de mejora. Detrás de las masas pobres se encuentra el peligro, lo desconocido, los bajos instintos, el resentimiento, la envidia y la violencia. No nos detengamos a someter a crítica esta visión construida con instrumentos intelectuales igualmente pobres. En un país con una población tremendamente desigual, la pobreza es el sombrío fondo del miedo en que tienen que vivir los que no son pobres. La pobreza es, para una organización estatal, una zona de incertidumbre. El control de esta zona se relaciona con la oscuramente llamada política social. La política social es la respuesta, elaborada desde la instancia del poder constituido, a la pregunta ¿qué hacemos con los pobres? Una vez decidido que hay una respuesta, se forma una presión sobre el gasto, un renglón presupuestal. A partir de ahí se forma un nuevo campo en el que interactúan expertos en política social, expertos en establecer relaciones con los organismos multilaterales que dan su apoyo a la política social, una red que se extiende a los partidos políticos, dispuestos a convertir en votos a los numerosos pobres, de donde surgen complicados arreglos para evadir la legislación electoral, lo cual supone también jugosos negocios. Con todo, tomando en cuenta que en este campo hay que vérselas con el lado más discreto de la acción política, en donde se administran las consecuencias que acarrea a la población la estructuración del poder, puede resultar útil concebir la operación estatal en este terreno como la mano izquierda del estado, con lo cual nos valemos de la aguda expresión del llorado Pierre Bourdieu.
Sin embargo, resulta claro que la sola política social no puede hacerse cargo de esta zona de incertidumbre, sobre todo si la población pobre es muy amplia. Un gobierno federal fiscalmente exhausto, amarrado por compromisos derivados de las zonas de incertidumbre e inscrito en la derecha neoliberal, sólo tiene espacio para generar una política social que en definitiva no puede acabar con la pobreza.
Esta zona de incertidumbre adquiere un carácter crítico en el momento en que se agotan las esperanzas, las aspiraciones, reales o imaginarias, de una vida mejor. Probablemente parezca muy crudo, pero ¿quién puede realizar una mejor gestión de la esperanza que el oligopolio productor de la llamada cultura popular? Las televisoras, las radiodifusoras, los productores de música, deporte y lo erótico popular. En este caso hay que entender por popular lo que es mediáticamente popularizado, diferente de las expresiones locales marginadas de la popularización mediática. De hecho, no existe una maquinaria de manipulación más desarrollada que la formada en torno a lo mediático.
No hay que ser muy agudo para entender que esta administración de la infelicidad requiere de un apropiado manejo de las aspiraciones masivas, de una combinación apropiada de información y desinformación y un manejo siempre renovado de la esperanza. La peligrosidad de las clases peligrosas adquiere forma cuando desaparece la esperanza.
Debo enfrentar aquí la potencial objeción de que estoy proponiendo una especie de interpretación conspirativa del poder. Hay dos respuestas. En primer lugar, a los que se apresuran a calificar de conspiracionistas a todos los que postulan que hay una relación de funcionalidad entre diferentes estructuras de poder se les suele olvidar que las conspiraciones existen y que no hay nada particularmente asombroso en ello. La principal debilidad del conspiracionismo consiste es postular que el conjunto de la dominación de unos sobre otros se explica por una conspiración de los pocos sobre los muchos, que es lo más frecuente. En este caso, un enfoque conspiracionista tendría que postular, por decir algo, que las televisoras se han puesto de acuerdo con el grupo gobernante para manipular a los pobres. Pero no es ése el caso de lo postulado en el presente pasaje de este escrito. Aquí se postula que hay una relación de funcionalidad, una «afinidad electiva», entre el desempeño mediático y la estructuración del poder. Sin contar, además, con que hay abundantes pruebas de que los productores de la «cultura popular» tienen perfectamente claro que pueden hacerse profusos negocios con la administración de esperanza.
Segundo, el manejo de las esperanzas es completamente consustancial a la llamada economía del consumo, o centrada en el consumo. Los modelos aspiracionales son dispositivos de manipulación probadamente eficaces. Si los productores de artefactos mediático-manipulatorios están al tanto de su capacidad de manipulación, pueden venderla al mejor postor o desarrollar campañas propias, con la contraparte de que las consecuencias de ello pasan al sistema de la política o son sometidas a más administración de la esperanza. En otras palabras, no se necesita postular una conspiración para formular la tesis de que en el tratamiento de la pobreza coincide la política social y el desempeño mediático.
Hasta aquí con este listado –incompleto– de zonas de incertidumbre. ¿Es posible manejarlas? Claro que sí. ¿Es obligado concluir que el manejo de estas zonas es perfecto, es decir, sin error? Claro que no. Es incierto que las zonas de incertidumbre sean manejadas con eficacia. Pero no es necesario que lo sean para sostener que los grupos que controlan o manejan estas zonas constituyen una coalición en función de la cual el poder se encuentra estructurado.
Ahora bien, podría pensarse que en cada uno de estos ámbitos el poder estatal es la última ratio, la instancia final de la que depende que esa zona se organice de un cierto modo. Pero eso sucede sólo en aquellos lugares en que hay lo que podría llamarse un estado fuerte, es decir, un instituto que ha reivindicado con éxito la capacidad de formar la última instancia de la organización del poder. En México, junto con el adelgazamiento del estado (una metáfora, hoy marchita, para designar el proceso de febril privatización) se produjo una desvigorización del estado. Es lo que tendría que llamarse un estado débil.
La adhesión de quienes controlan las zonas de incertidumbre tiene una repercusión fiscal. Es un interesante ejercicio contabilizar el costo de las asignaciones que se otorgan a los integrantes de la coalición dominante del estado mexicano. Es decir, cuánto se destina por ese concepto. Pero otra forma de observarlo es mediante el concepto de costo de oportunidad. En este caso la pregunta no es acerca de cuánto se gasta por este concepto, sino cuánto se deja de utilizar en otros rubros por utilizarlos para mantener la cohesión de la coalición dominante.
Todos los recursos fiscales, las canonjías, los privilegios y el poder empleado para adoptar dejan de ser utilizados para otros propósitos. El estado débil está atrapado en un esquema en el que, para mantener bajo control dichas zonas, se vuelve necesario transferir más poder y con ese poder –entendido como la capacidad de controlar las zonas de incertidumbre– es posible obtener más canonjías. ¿Resultado? Un estado débil desde el punto de vista fiscal y una elite estatal condenada a perder legitimidad por este círculo perverso, pues no es difícil calificarla de entreguista o sujeta al poder de unos cuantos.
3. La disputa política de 2006
La estructuración del poder en México está atrapada en una dinámica desestructurante. El mismo mecanismo que, se supone, contribuye a estructurar el poder, es decir, a dotarlo de cohesión, termina por desestructurar el poder del estado; y este último es la condición de posibilidad de que haya estructuración del poder. En otras palabras, el proceso por el cual se pretende conservar el poder es el mismo por el cual el poder se deshace. Lo necesario se vuelve, a la larga, imposible; y lo imposible, necesario.
La disputa política de 2006 se presenta, al parecer, como la oportunidad para deshacer esta dinámica. Felipe Calderón, el candidato del PAN, por todas las señales que ha dado y por el inocultable apoyo que ha recibido de los grupos empresariales más poderosos, significa mantenerse en la dinámica reseñada. La novedad que aporta el candidato Calderón es que integra el apoyo abierto de un grupo de ultraderecha, defensor rígido del statu quo, alineado con cierta derecha española y dispuesto a contemporizar con la ultraderecha estadounidense.
AMLO se ha presentado como una alternativa frente a lo anterior. Encabeza un proyecto que, en el estrecho margen dejado por las reformas salinistas y por el peculiar estilo de integración a la esfera de influencia estadounidense, se propone acabar con los privilegios de un segmento clave de la coalición dominante y, a partir de ello, poner en marcha un programa de redistribución del ingreso. Con el código elaborado en el presente documento –y asumiendo que en realidad lleva adelante su planteamiento–, se propone desestructurar la actual coalición dominante o al menos algunas de sus aristas principales. De ese tamaño es lo que se juega en la elección de nuestros días.
Como resulta comprensible, AMLO ha sido crudamente atacado por sus adversarios y no sólo por el candidato del PAN. Con habilidad, ha logrado introducir la idea de que su proyecto no está dirigido contra la economía de mercado, los empresarios, la libertad de expresión ni contra los principios del régimen democrático. Con ello, además de responder a los ataques mediáticos de que ha sido objeto, establece condiciones para que las zonas de incertidumbre sean reconfiguradas de manera no traumática. Es claro que todos sus movimientos están posibilitados por el respaldo político de una gran cantidad de población: en condiciones democráticas, un respaldo así, convertido en votos, es la condición mínima necesaria para plantearse con probabilidades de eficacia enfrentar la coalición dominante. En otras palabras, en un campo donde las reglas fueron establecidas en parte como condición para que el salinismo se presentara como un adalid de la modernidad, AMLO está jugando para ganar y desarticular dicha coalición.
En forma brumosa, lo anterior está presente en los días que corren en México, pero las percepciones están muy desordenadas. ¿Polarización? De hecho la hay, si con ello entendemos el que en un polo hay un segmento muy numeroso de excluidos y en el otro polo hay un segmento, minoritario y poderoso, de privilegiados. Sobre esa estructura el candidato panista –asesorado, según se sabe, por dos especialistas en marketing político, uno español y el otro estadounidense– ha desplegado una campaña polarizante, que ha construido la imagen de un AMLO peligroso para la nación. Este juego, peligroso en sí mismo, ha conducido a crear la sensación de que «algo grave puede ocurrir el 2 de julio». Cuando estas líneas salgan a la luz se sabrá, o estará por saberse, si esa sombría predicción tenía algún fundamento o era una mera maniobra electorera, típica de las derechas aldeanas de nuestros países. Creo que se trata de esto segundo.
Pero el hecho de que no pase nada grave el 2 de julio de 2006 no significa que por ello dejemos de estar en una situación que requiere de una gran inteligencia y sensibilidad para sortear las agitadas aguas de los próximos meses y años. No hay ningún guión previamente elaborada. Es época de contingencia: no hay nada que vaya a ocurrir necesariamente, pero el campo de posibilidades es relativamente amplio. Y esto último es lo que introduce una extraña fascinación a los días presentes, pues hay razones abundantes para sospechar que se está escribiendo historia.
México, D.F., junio de 2006

19 comentarios:

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Comienzo, por si alguien quisiera seguirme –incluso para defender una opinión contraria a la mía–, señalando lo que para mí es un error de percepción del autor del artículo. En algún lugar del apartado 1 (Un proyecto hegemónico bajo la forma de modelo económico), se dice:
“Con frecuencia se plantea la idea de que el neoliberalismo salinista obedece a una especie de ideología febril: una creencia apasionada en que tal era la fórmula que necesitaba el país. Esto último es muy discutible. Bastante más plausible es la idea de que Salinas y su grupo abrazaron el llamado neoliberalismo como parte de una estrategia política para construir una coalición duradera que les permitiera reorganizar el país según esa visión. Mientras una buena parte de los opositores del salinismo se han dedicado a discutir con la ideología neoliberal, con las teorías en que se apoya y con las políticas en que desemboca, lo más probable es que si la corriente ideológica de moda hubiese sido otra la habría adoptado con igual o parecida pasión”.
Mauricio Sáenz de Nanclares Lemus, con completa seguridad, pudo haber defendido mejor ese punto de vista suyo de haber profundizado en él. Si le asiste la razón en lo que argumenta, se trataría de una percepción más o menos original, ya que, como él dice, “una buena parte de los opositores del salinismo se han dedicado a discutir con la ideología neoliberal”. Para Sáenz, en cambio, “si la corriente ideológica de moda hubiese sido otra (el presidente Salinas de Gortari) la habría adoptado con igual o parecida pasión”.
Y bien, yo creo que no es cierto. Creo que es y fue sincera la confianza de Carlos Salinas de Gortari y su equipo en la estrategia neoliberal (o liberal de siempre: apertura de mercados, búsqueda de la estabilidad de las variables macroeconómicas, adelgazamiento del Estado mediante la venta de industrias públicas a inversores privados, etc.). Después de todo, la nación anhelaba salir a toda costa de una crisis económica cuya responsabilidad se adjudicaba a la planeación “estatista” que durante muchas décadas rigió en México. Salinas de Gortari fue asesor de José López Portillo y, desde mi parecer, se fue convenciendo de que había que torcer (¿enderezar?) la conducción de México en sentido contrario al que López Portillo lo estaba llevando.
Por supuesto, Salinas intentó, hasta donde pudo, preservar la fortaleza del PRI en el poder, pero quería, al mismo tiempo, ser el primer gobernante demócrata de nuestra historia. Durante su mandato comenzaron los primeros acercamientos (“concertacesiones”, les llamaba humorísticamente la prensa) entre el PRI y el PAN, y se reconocieron los triunfos del PAN en las gubernaturas. Pero, precisamente, en este gesto veo que, más allá de su presumible apetito de poder, a Salinas le interesaba desarrollar a México mediante cierto sendero en el que, sabía, coincidiría con el PAN.
¿Qué opinan ustedes?

Nebe Gebhardt dijo...

¡Claro!, creo que le has dado al clavo: le apostó a un cambio muy radical de camino que ya cocinába desde el sexenio de Miguel de la Madrid...después de todo, lo primero que hace Miguel es iniciar el proceso de privatización de las empresas que, en virtud de la nacionalización de la banca, habían quedado en manos del Estado como último fuerte acto de gobierno de López Portillo. El nuevo rumbo coincidiría con reclamos ideológicos históricos del PAN y sembraría la alternancia en un futuro próximo.

Los apetitos de poder más exitosos nunca van desnudos: se arropan con proyectos ideológico-políticos que les dan sentido y consistencia.

Saludos

Anónimo dijo...

Dice "la ideología de moda" y creo que de cierta forma tiene razón aunque la frase da la idea de superficialidad, no obstante, me parece que podría hacerse referencia más que a la moda, al momento histórico: la relativamente reciente caída de la URSS, la tecnología sirviendo de herramienta a las transnacionales, el auge de la globalización; sí, creo que si el momento histórico y las exigencias de EEUU hubieran sido diferentes, Salinas se habría plegado a ellas, porque está muy lejos de ser un ideologo o un idealista, sino todo lo contrario, decidió qué era lo que más convenía a sus intereses y lo hizo siempre en su vida: recuerden que en su juventud fue troskista, después se convirtió en priísta y luego en el más acérrimo de los panistas (aunque sin filiación).

Pereque dijo...

Antes de comentar esto, porque está muy académico, larguísimo y bastante denso, voy a ponerme al día:

1) E. H., me imaginó usted dentro de 30 o 40 años. :D Nomás por trivia, efectivamente usé anteojos entre los 6 y los 21 años.

2) Al Antiyunque, para cuando se aparezca, le agradecería una mejor réplica que llamar "priísta" mi argumentación.

Gracias. P.

Angeek dijo...

Je, je, ¿porqué la mayoría de tus visitantes piensan que solo son hombres los que participan? veo que también confundieron a Antiyunque. Hey, las mujeres también somos seres pensantes y habemos de todas la edades.
A lo que vine, interesante lo de catobaplas. ¿Alguien conoce al autor del texto? es la primera vez que lo leo.
¿Qué está en juego? las estructuras de poder político y económico de este país. Pero son tan complejas, como una red o telaraña, que por eso no se puede polarizar, no hay azul y amarillo, negro-blanco. Y los ciudadanos estamos atrapados en ellas.
¿Cuál será la salida?

Kix dijo...

Solo vengo a dejar saludos... Feliz martes!

Pereque dijo...

Disculpe la confusión, Antiyunque. Supongo que es el atavismo de que hay más niños que niñas en la política, y su nick asexuado no ayuda.

Y pues sigo esperando una réplica digna de ese nombre. A como lo veo es fundamentalmente un desacuerdo en definiciones:
* Yo digo que "acarreo" es inducir la participación en un acto a través de presión directa sobre la persona o los intereses materiales del individuo (ve o te quito tu permiso / ve y te doy una despensa)
* Usted dice que "acarreo" es inducir la participación en un acto a través de presión de cualquier tipo, ya sea de forma directa o de forma indirecta, a través de persuasión ideológica o psicológica sobre el individuo (ve porque la tele dice / ve porque el personaje dice)
* Yo digo además que su definición de acarreo está viciada porque puesto así, todos los que deciden participar en política en cualquier nivel son acarreados, porque las decisiones políticas suelen estar influenciadas por información recibida a través de periódicos, radio, televisión, reuniones, panfletos, actos masivos, etc.

¿Ya me cacha? - P.

Anónimo dijo...

Estimado Erat:

Ayer supe en carne propia lo que es el poder por la violencia cuando grupos de encapuchados garrote en mano impidieron amenazantes aquì en Oaxaca la celebraciòn de la Guelaguetza, insultando a turistas nacionales y extranjeros como si fuèramos delincuentes.

Ojalà esta no sea una visiòn del futuro que le espera a nuestro paìs entero.

Saludos con tristeza.

El Zòrpilo.

argos dijo...

Hey Erat:

Tú sabes por qué en la página de senderodelpeje no publicaron la columna de "astillero" de Julio Hernández, como lo hacen habitualmente?

Será porque esta vez no favorece totalmente al Peje?

Saludos!

Anónimo dijo...

Estimado Zórpilo:
No sé por qué intuición femenina, tiendo a creer que esos desafortunados hechos que viviste en Oaxaca se van a repetir con mucha frecuencia ataviados con el disfraz de "libertad de expresión" y "derecho de réplica" o, en el más burdo de los casos como "defensa de la democracia" después de haber leído la entrevista que realizó un diario español a AMLO.
Para el resto de los visitantes: Ahora, y en referencia al análisis que se reproduce en este artículo, está muy bien ejemplificado, sobre todo la mención a las vertientes que han conducido a nuestro país al modelo económico actual. El PAN, por su formación e ideario político apuesta a esas disciplinas porque han demostrado cierta eficacia al ser implementadas en otros países, eso no quiere decir que en México el resultado sea el mismo. Por otra parte AMLO, como menciona el ensayo, tuvo la oportunidad de aprovechar ese hueco marginal que no cabía en la visión panista, y que el PRI, enfrascado en una debacle interna tampoco era capaz de explotar.
El problema con AMLO, es que su supuesto proyecto de nación se resume en una serie de argumentos incongruentes, apoyados en una retórica claramente priísta pero muy efectiva para conseguir seguidores. De hecho, la conducta institucional del PRD ha seguido esa misma tónica desde sus famosos escándalos en el Congreso, al grado de provocar el aborrecimiento de la clase política en general. Las teorías económicas de AMLO no resisten el mínimo escrutinio ciantífico y práctico, la desconfianza se acrecienta cuando él mismo se sale por la tangente y no aporta un sustento lógico a sus propuestas. Tan sólo examinen sus discursos, parafraseando a un intelectual mexicano, AMLO es un hombre de ocurrencias, no de ideas. No dudo que México pudiera verse beneficiado con un nuevo modelo económico, la custión es quién tiene la suficiente preparación para llevarlo a cabo, porque es obvio que AMLO no.
En el texto de Mauricio Sáenz se habla de la dicotomía expresa en una supuesta lucha de clases, y también de la ambición por el poder (término priísta) que a mi parecer, es por lo que pugna López Obrador, pretextando una política social hacia la clase pobre.

Mr Pointu dijo...

Felicitation por su blog. Quiero informar lo que aqui, en Montreal, estamos siguiendo la situation mexicana y que proporcianamos tambien informacion, en frances, sobre la fraude electoral en Mexico.

Seria possible agregar el nuestro a la lista de blog que parece sobre su sitio.

Le Periscope

Mr Pointu

Exemplo de un "fake news" publicado sobre nuestro blog...

Sondeo/Sondage du Périscope

De los entrevistados en un sondeo, 70% considera que el sondeo sobre el recuento voto por voto es fraudulento, según un sondeo del Periscope.

Montreal, Canadá — En un sondeo realizado por Le Periscope en los dos últimos días, la mayoría de los mexicanos no tienen confianza en los sondeos publicado ayer en varios medios de comunicación mexicanos sobre el tema del "recuento".

Las personas entrevistadas en nuestro sondeo nos aseguran que el sondeo de La Reforma no comprueban que los mexicanos están contra el recuento voto por voto.

Una encuesta telefónica y/o por Internet realizada desde el pasado sabado, en la cual participaron 1450 adultos establece que el 70% de los encuestados consideran que si es posible arreglar une elección, entonces, es mucho mas fácil arreglar un sondeo. La encuesta, tiene un margen de error del 2 %.

El Periscopio, una de las más confiables firmas de marketing y sondeo canadiense, es la única que había previsto la victoria de Ángela Merkel con un corto margen en las recientes elecciones alemanas.

Por ultimo, la gran pregunta es ¿Alguien le da credibilidad a nuestro sondeo? Por favor envié sus respuestas a través de los comentarios !

Le Periscope se otorga el derecho de modificar los resultados de sus sondeos como mejor le parezca

Anónimo dijo...

nadia:

Una táctica muy socorrida que emplean los detractores de AMLO es la de descalificar sin argumentos:

"El problema con AMLO, es que su supuesto proyecto de nación se resume en una serie de argumentos incongruentes," ¿Nos podrías ilustrar sobre su incongruencia?

"...apoyados en una retórica claramente priísta..." ¿En qué consiste la retórica priísta? ¿Los priístas son educados en cierta retórica? ¿O de qué hablas?

¿Fémina intuitiva o ave de mal agüero? ¿Sigue la campaña del peligro para México?

Antonio dijo...

Saludos a Erat y a todos:
No puedo sino coincidir con Minotauro en lo extenso del artículo. Lo leí en la única hora que tuve libre después de comer. Después de leerlo ya no tuve tiempo de comentarlo. Creo que es interesante como una visión externa que sin embargo deja fuera del análisis muchas cosas, entre ellas la historia sociopolíticoeconómica anterior a Carlos Salinas. Ya Erat mencionó algunos puntos de esto. El problema es que el análisis pretende ser exhaustivo sin lograrlo. Por otro lado pretende ser imparcial pero el sesgo a la izquierda es más que notorio.
Un Abrazo

Tormentas dijo...
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Muchas gracias a todos por haber accedido a participar.
Debo hacer notar un yerro mío: en dos ocasiones a lo largo de mi comentario (el primero de esta fila) digo que el autor del artículo se apellida SÁENZ. Pues no; el apellido es SÁEZ: Mauricio Sáez de Nanclares Lemus es el nombre completo.

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Con Nebe Gebhardt mi coincidencia es completa, como quedó claro desde el principio.
Con Hildebrando coincido a medias. No dejo de pensar que Salinas no solamente adoptó una ideología de moda, sino que creía fervorosamente en su visión del destino de nuestro país. Van a decir que estoy "idealizando" a Salinas de Gortari, pero me parece excesivamente reduccionista plantear que no lo guiaba sino su pasión por el poder.
A Nadia le suplicaría contestar las dudas que otros lectores han formulado. Si me disculpa un juego de palabras: ¿en qué consisten las inconsistencias de López Obrador? Usted dice que "las teorías económicas de AMLO no resisten el mínimo escrutinio científico y práctico". Estoy en desacuerdo, porque esas propuestas -que han sido explicadas aquí más de una vez- no se deben únicamente a López Obrador, sino a un equipo de trabajo que cuenta con economistas tan reconocidos como Rogelio Ramírez de la O, y han sido respaldadas por uno de nuestros estudiosos más célebres, Julio Boltvinik. Usted descalifica las propuestas sin más; no las analiza en su detalle, de manera que no es posible tomar en serio su crítica. Cuando se tome la molestia de explicarnos qué es lo "incongruente" del proyecto de López Obrador, podremos comenzar a discutir.
Con Antonio mantengo coincidencias y una sola aparente discordancia: cierto que el artículo tiene una clara orientación a la izquierda, pese a la cual su análisis es, en general, acertado. Vaya, lo que quiero decir es que lo que para ti es un defecto para mí es una cualidad; lo digo un poco en broma. No creo haya que remontarse más en el tiempo de lo que lo hace Sáez (ahora sí lo escribí bien); un análisis más exhaustivo sería deseable, pero los límites que Sáez se fijó son suficientes para comprender la actual coyuntura política, pues lo que pretende es contrastar los proyectos de López Obrador y Calderón. Como lo que está en crisis es el modelo que con mayor o menor exactitud llamamos "neoliberal", el relato de la implantación de este modelo en México empieza con Salinas de Gortari, si bien se cocinaba desde Miguel de la Madrid, como precisó Gebhardt. Sé que siempre puede añadirse mucho más, pero un autor al componer un artículo tiene que fijarse límites, y los de Sáez me parecen bastante razonables.
Con Zórpilo mi coincidencia es, desgraciadamente, de otro tipo: la noticia que me comunica nos entristece a ambos.
Al compañero Argos, le contesto que no puedo adivinar qué pase por la mente de otras personas.
Saludos a Pereque, Antiyunque, Miguel, Minotauro, Mr. Pointu, Angeek, Kix y los usuarios anónimos.

Anónimo dijo...

Anónimo y Minotauro:
trataré de contestar sus preguntas, la retórica priísta es la arenga populista y agresiva que hace uso de muchas palabras sin concretar ideas, la incongruencia radica en los pobres, contradictorios o nulos fundamentos económicos, sociales, políticos, y jurídicos en que se basa el discurso de AMLO.
La visión económica del PAN puede o no resultar de beneficio según cómo se aplique (políticas económicas).
Reitero lo de la incongruencia en el proyecto de nación (de hecho, no hay proyecto de nación). El hueco marginal está formado por los mexicanos de nivel socio-económico bajo con escasa educación,generalmente comerciantes informales, resentidos de izquierda, ex-adeptos del PRI y grupos manipulables que inicialmente son sacrificados en las políticas económicas tendientes a la globalización, pero que al consolidar ese modelo económico son reintegrados al sector productivo mejorando su calidad de vida.
La conducta institucional del PRD es contestataria, agresiva, clasista, cerrada y pueril, acompañada de retórica barata estilo líder sindical priísta, para mayores datos, ver cualquier discurso de AMLO.
Las teorías económicas de AMLO no resisten un escrutinio, porque son inviables, son promesas al vapor con el objeto de convencer a las masas. La ciencia económica no se mueve con promesas ni caprichos, la patética propuesta de aumentar los ingresos de quienes ganan menos de 9000 pesos sólo sería posible eliminando recursos de otras instancias prioritarias para el desarrollo del país, inflar el valor monetario provocando un déficit insostenible, aumenta el ingreso virtual, pero en la misma medida aumentan los precios de los servicios y satisfactores, un engaño, pues.
Una idea o proyecto necesita tener un sustento, una hipótesis y una tesis compuestas por las variables que determinan su éxito o viabilidad en la implementación. Insisto, un proyecto de nación no se sostiene con promesas (¿recuerdan las promesas del PRI?) de aumentar el ingreso ¿cómo?, ni de crear cientos de universidades ¿para qué si hay mayor oferta que demanda de profesionistas? cuando el sector productivo (el que influye en al desarrollo económico de un país) requiere de obreros y técnicos especializados (ver el caso de Singapur en contraposición al caso de Ucrania). Lo que quiero decir, es que una idea o proyecto tan importante como el de gobernar un país requiere un sutento lógico basado en el amplio conocimiento de política económica, estudio de casos y análisis crítico de las doctrinas económicas, políticas y sociales, que AMLO no tiene, cada que abre la boca evidencia sus serias limitaciones intelectuales y políticas. Para el caso, mejor un tonto bien intencionado como Fox, que un megalómano soberbio y déspota como AMLO.

Anónimo dijo...

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