viernes, junio 16, 2006

Vicente Guerrero: un peligro para México




Un visitante de este blog me remite un artículo que a continuación presento íntegro para su lectura.

Imaginando lo peor
José Manuel Villalpando
Invito al amable lector a que haga conmigo un ejercicio de imaginación. Para ello, le pido que me siga paso a paso y que me permita llevarlo en un viaje por el tiempo: Imaginemos que estamos en el momento preciso de la elección presidencial; es más, ubiquémonos en el día previo al que, democráticamente, la nación manifestará su voluntad para decidir quien será el presidente de la República. Todo el país está a la expectativa, pues la campaña electoral ha sido no solo efervescente sino hasta angustiante, con no pocos roces y golpes bajos, difamaciones y calumnias entre los contendientes, empeñados todos en conquistar el favor del electorado. Tres han sido los candidatos que han competido en esta elección. Para identificarlos, asignémosle a cada uno de ellos una letra. Tendremos así al candidato A, al candidato B y al candidato C.
Digamos ahora que el candidato A es el favorito del presidente de la República en turno; descaradamente, el jefe del ejecutivo ha hecho campaña a favor del candidato A, que es su candidato y el del partido en el poder. Pero no solo eso: se sabe que el candidato A, aprovechando su posición relevante como secretario de estado, ha creado redes de partidarios por toda la nación, financiadas, se dice, con el erario público. ¿Quién es el candidato A? La verdad que es un advenedizo, con pocos años de experiencia política. Ya participó en una elección pero fue derrotado. Sin embargo, al perder, salió ganando porque fue invitado al gabinete presidencial desde donde preparó por largo tiempo su candidatura. El candidato A es de buena y aristocrática familia, su apellido es de abolengo y sus finas maneras y educados modales llaman la atención. El presidente en turno, literalmente, lo adora, y como él no ha podido con el paquete de hacer avanzar al país en esta primera oportunidad de un gobierno democráticamente electo, está seguro que el candidato A si podrá hacerlo, máxime que se trata de un hombre distinguido y con buenas relaciones.

Veamos ahora al candidato B. Él es en realidad, un emisario del pasado, representante del régimen aplastado por la voluntad nacional. No oculta su predilección, públicamente reconocida, por las virtudes y bondades que tenía el antiguo orden de cosas. Es más, pregona que solo hombres como él tienen la capacidad y la experiencia de gobernar a este país que necesita de la tutela de gobiernos un tanto autoritarios. Personalmente no vale gran cosa, pero tiene la ventaja de que los hombres que en el pasado gobernaron ya no son nada en el horizonte político mexicano, cartuchos quemados diría en su lenguaje peculiar. El candidato B está orgulloso de su militancia tricolor, seguro de que la enseña patria pertenece por derecho a él y a los que forman su partido, en el que, aunque las disputas internas lo corroen, lograron ponerse de acuerdo para postularlo a la elección presidencial, con la creencia de que el prestigio que les da el llamarse defensores de la independencia y de la soberanía, les atraerá el número de votos suficientes para recuperar el poder y volver triunfantes al palacio para retornar a los modos y costumbres políticas de antaño. El candidato B abomina del presidente en turno, del candidato A y del partido que lo apoya, porque cree que son arribistas que por casualidad se adueñaron de la presidencia de la República, por lo que debe arrojarlos de ella y reconquistarla para quienes se sienten los verdaderos representantes de la nación mexicana.
Pero el candidato A y el candidato B tienen algo en común y no solo el hecho de que sus dos respectivos partidos se han entendido más o menos bien en algunos temas de interés nacional: deben vencer al candidato C y a su partido.
El candidato C es un hombre con pocas luces, con gran dificultad para hablar, con ideas francamente peligrosas, calificadas de populistas. Dicen sus partidarios que es el ídolo del pueblo, que lo aplaude y lo sigue porque es parte de ellos, porque habla como ellos, porque piensa por ellos, porque sus propias limitaciones lo hacen sentirlo como si fuera de ellos. El candidato C no oculta sus deseos de ser presidente. En un hombre ambicioso que se ha rodeado de las más despreciables figuras políticas, cuyas ideologías son abiertamente contrarias al interés de una nación que acaba de obtener sus derechos y que está aprendiendo a ejercerlos. Los hombres del candidato C tienen además fama de corruptos, de ineptos y de aborrecer a las clases sociales acomodadas.
El candidato C amenazó con el estallido social si se le obstruía el acceso a su candidatura presidencial, por lo que, a pesar de que podrían haberlo metido a la cárcel, lo dejaron libre, con la intención de derrotarlo en las urnas. Por su parte, los hombres de su partido, formado esencialmente por tránsfugas de los otros partidos y por viejos luchadores de causas populares, no aceptan transacción alguna: quieren el poder absoluto para imponer sus ideas y para transformar al país conforme al modelo que imperativamente, aseguran, es el que desea la mayor parte de la población, aquella parte formada por los pobres y los desposeídos.

Imagine ahora conmigo el amable lector, que llegamos al día de la elección y que al filo de la media noche se dan a conocer los resultados. ¿Quién ganó en este escenario imaginario? Nada más y nada menos que el candidato A, quien obtuvo el 45% de los votos. En segundo lugar quedó el candidato C, con el 35% de los sufragios y por último, el candidato B solo alcanzó el 15%. En el conteo final, un 5% de votos fue anulado. Los resultados son inobjetables y la elección se desarrolló limpiamente. Sería de suponerse entonces, que los candidatos derrotados aceptarían los resultados electorales y que reconocerían de inmediato el triunfo del candidato A. Pero no, y antes al contrario, demostrándonos que este país no ha madurado políticamente y que todavía dependemos de los caprichos de los caudillos.
Sigamos con el ejercicio imaginario para ver lo que sucedió después: El candidato B, deprimido, desaparece por completo y sus voceros dicen que no se reconocerá el triunfo del candidato A porque su partido se niega a aceptar la derrota hasta que se hayan resuelto todas las impugnaciones, como si todavía alentaran esperanzas después de la paliza que les dieron en las urnas. En cambio, el candidato C se comporta de manera diferente: de inmediato acusa al candidato A y a su partido de haber hecho fraude electoral y conmina y arenga a sus seguidores a lanzarse a la resistencia civil y luego a la acción directa para impedir que el candidato A se convierta en presidente.
Entonces, los partidarios del candidato C se lanzan en efecto a las calles y plazas de las ciudades. Literalmente lo invaden todo ante el estupor de los demás ciudadanos que han sufragado libremente y miran como la autoridad es incapaz de contener la marea humana de la plebe que lo arroya todo a su paso. El candidato C está orgulloso de sus huestes y las exhorta a posesionarse de la capital y a presionar al gobierno, a las autoridades electorales, a las judiciales y al congreso. La plebe se enardece y decide asaltar las tiendas, los centros comerciales, las casas habitación de las familias acomodadas. Para colmo, la fuerza pública, obedeciendo a los amigos del candidato C, se pone del lado de los amotinados y contribuye a la violencia y a los saqueos. El gobierno cede ante la fuerza de los hechos. El candidato A renuncia públicamente a su triunfo, pero el congreso, más asustado aún, declara que su elección fue nula y que el verdadero vencedor de la contienda lo es el candidato C, a quien le entrega la constancia que lo acredita como el próximo presidente de la República.

Terminemos con ya con este dantesco ejercicio imaginario. Sepa el lector que estamos hablando del año de 1828 y no del 2006. Le daré algunas claves más: el candidato A es el general Manuel Gómez Pedraza, ministro en el gabinete del presidente Guadalupe Victoria. El candidato B es el general Anastasio Bustamante, antiguo trigarante y continuador de la obra de Iturbide. El candidato C es el general Vicente Guerrero, predilecto de las clases populares y quien se empeñaba en implantar en México las ideas masónicas norteamericanas. La historia narrada es absolutamente cierta: se le conoce como el "motín de la Acordada".
Esta fue la manera, ilegal e ilegítima, como Guerrero llegó a la presidencia de la Repúblic
a.
Y luego dicen que la historia no puede repetirse.

(Nota de Ricardo Flores: “José Manuel Villalpando es Secretario de Administración de la Escuela Libre de Derecho, donde estudió Felipe Calderón; eso quiere decir que sus antiguos compañeros de Universidad, y las autoridades de la misma, están haciendo proselitismo a favor de alguien a quien no le gusta respetar la ley. De hecho, Villalpando tuvo el descaro de decir en la celebración del natalicio de Benito Juárez este 2006: "el que más conocimiento tiene sobre Juárez es indudablemente Felipe Calderón; si Juárez viviera hoy, sería panista"”.)

(Nota de Erat Hora: ¡Juar juar juar! ¿Panista Juárez? ¡Que me desternillo! ¡Los panistas odian a Juárez! Si el Partido de la Revolución Democrática ha abusado del prestigio de ese personaje, peor abuso comete ahora el hipócrita Partido Acción Nacional.)

Interesante, y hasta deliciosa, la lectura de este artículo del historiador José Manuel Villalpando. Ya lo había leído en el lugar donde apareció originalmente, que es, si no recuerdo mal, el periódico "Crónica", aunque, por más que busco, no encuentro en internet más que reproducciones y reproducciones y no el artículo original.
Muchas veces se ha afirmado que la Historia es una enorme cadena de eventos que tienden a repetirse con ligeras variaciones. Marx, por ejemplo, escribe en "El 18 brumario de Luis Bonaparte" que "todos los grandes hechos aparecen dos veces en la Historia: la primera como tragedia y la segunda como farsa". La misma frase de Marx parece autoconfirmatoria, ya que parodia un dicho de Hegel.
Sin embargo, más allá de la opinión de Hegel o Marx, ¿no son para la Historia las diferencias tan importantes como las similitudes? Y ¿dónde radican unas y otras? En la Historia, como en las Ciencias Sociales, es imposible alcanzar la objetividad y precisión a que aspiran las Ciencias Naturales. Diferencias y similitudes entre dos hechos dependen por completo del juicio del observador, y éste difícilmente puede llamarse imparcial: es su propia identidad lo que arriesga cuando investiga el pasado. La imagen que queremos de nosotros mismos puede ser contrariada o aniquilada por lo que el saber del pasado nos ofrece. Nos tiemblan los ojos como agua cuando el cuchillo de un descubrimiento se hunde en ellos. Nuestra imagen vacila. ¿Por qué, a tantos siglos de distancia, figuras como Jesucristo o Colón siguen siendo controversiales? Porque continuamos ligados a ellas en todos los aspectos, incluido en primera posición el aspecto emocional. Un descubrimiento sobre Colón o sobre Jesucristo es un descubrimiento sobre uno mismo, y por lo tanto puede despertar respuestas apasionadas, como las que hace unos días se encendieron al darse a conocer el Evangelio de Judas.
Cada generación vuelve a cuestionar sus orígenes. Que así sea: el pasado es siempre novedoso.
Volvamos a Villalpando. Uno se acuerda de la frase de Noam Chomsky: "Cuando alguien expresa lo suyo con tanta vehemencia, primero habría que ver... si es cierto".
Ya dije que no puede creerse en la imparcialidad de los historiadores. En otros textos he visto cómo se compara a López Obrador con figuras como Juárez o Madero (para no ir más lejos, el artículo de Jaime Bonilla en mi última entrada), Villalpando lo compara con Guerrero; ¿no está este historiador practicando una suerte de malabarismo con los datos para hacerles decir lo que él quiere que digan? Con un poco de esfuerzo, ustedes y yo podríamos trazar paralelismos entre los acontecimientos de la vida de López Obrador y los de nuestro héroe nacional favorito, o nuestro villano más detestado. Unos dirán que es un nacionalista como Lázaro Cárdenas, o un desarrollista como López Mateos (con quien además comparte el apellido, lo cual ciertos publicistas podrían aprovechar muy bien para persuadir a su auditorio); otros asegurarán que nos va a endeudar como López Portillo (nuevamente hay coincidencia de apellidos, y Calderón aprovechó esta circunstancia en una entrevista), o que le van a arrebatar la elección como a Cuauhtémoc Cárdenas... Depende de la habilidad del escritor hacer de su construcción un muro sólido. ¿Qué tan sólido es el muro de Villalpando?
Para empezar, por si mi remitente no lo notó, cuando apareció este artículo no se esperaba que fuese Felipe Calderón el candidato del PAN, sino Santiago Creel; fue compuesto, pues, pensando en que Creel derrotaría antes a Calderón (en la contienda al interior del partido) y después a López Obrador (en la elección presidencial). Atengámonos al propio Villalpando:
“(...) el candidato A es el favorito del presidente de la República en turno; descaradamente, el jefe del ejecutivo ha hecho campaña a favor del candidato A, que es su candidato y el del partido en el poder. Pero no sólo eso: se sabe que el candidato A, aprovechando su posición relevante como secretario de estado, ha creado redes de partidarios por toda la nación, financiadas, se dice, con el erario público. ¿Quién es el candidato A? La verdad que es un advenedizo, con pocos años de experiencia política. Ya participó en una elección pero fue derrotado. Sin embargo, al perder, salió ganando porque fue invitado al gabinete presidencial desde donde preparó por largo tiempo su candidatura. El candidato A es de buena y aristocrática familia, su apellido es de abolengo y sus finas maneras y educados modales llaman la atención. El presidente en turno, literalmente, lo adora, y como él no ha podido con el paquete de hacer avanzar al país en esta primera oportunidad de un gobierno democráticamente electo, está seguro que el candidato A si podrá hacerlo (...)”.
Villalpando pretende hacer coincidir los caminos de Santiago Creel y Manuel Gómez Pedraza. Sólo que se equivocó en su predicción, se equivocó en su intento de adelantar el futuro al basarse en el pasado: el candidato del partido en el poder no fue Creel -favorito, en efecto, del presidente- sino Felipe Calderón, un no muy eficiente administrador pero sin duda un taimado e infatigable negociador político cuyas ambiciones manifiestas de poder lo enemistaron con Vicente Fox, quien alejó a Calderón de sus cargos públicos y, hasta donde pudo, defendió la candidatura de Creel; no obstante, el partido, en una primera muestra de su descontento con Fox, prefirió a Calderón, quien se promovía como heredero de un linaje panista más auténtico que el de Creel y Fox. Así, irrumpe una cuarta figura (o una figura de cuarta) en quien Villalpando no había pensado al dibujar su simplista esquema.
La identificación entre Anastasio Bustamante y Roberto Madrazo es –en el artículo- menos difícil, porque los juicios de Villalpando podrían aplicarse a casi cualquier personaje del PRI:
“un emisario del pasado, representante del régimen aplastado por la voluntad nacional”, “personalmente no vale gran cosa”, “está orgulloso de su militancia tricolor”, “su partido, en el que, aunque las disputas internas lo corroen, lograron ponerse de acuerdo para postularlo a la elección presidencial (...)”
Sin embargo, las diferencias no son menos importantes. Roberto Madrazo no ha insistido en el continuismo, al revés de Bustamante, quien, en el retrato de Villalpando, “no oculta su predilección (...) por las virtudes y bondades que tenía el antiguo orden de cosas. Es más, pregona que sólo hombres como él tienen la capacidad y la experiencia de gobernar a este país que necesita de la tutela de gobiernos un tanto autoritarios”.
Madrazo, por el contrario, al igual que los últimos candidatos priístas, ha puesto sus más intensos esfuerzos en deslindarse –al menos verbalmente- de su pasado autoritario. La apuesta del PRI no consiste en “llamarse defensores de la independencia y de la soberanía”; esa proclama podían hacerla los iturbidistas porque estaban aún muy frescas las heridas del yugo español, pero en nuestro 2006 el PRI ha abandonado casi del todo la retórica nacionalista tradicional, entre otras razones porque no tratan ya de “retornar a los modos y costumbres políticas de antaño”. Nada de eso: sus políticas se han venido acercando cada vez más estrechamente y sin disimulo a las del PAN. En 1988 lo decía Manuel Clouthier: “Carlos Salinas nos arrebató nuestro plan”; en el debate del 6 de junio pasado lo volvieron a decir Madrazo y Calderón, cuando, esgrimiendo sus respectivos libros, se acusaron uno al otro de copiar las propuestas de que cada uno de ellos se pretende autor.
Otra inconsistencia de Villalpando es que el PRI es todavía muy potente: está lejos de la debilidad que electoralmente tuvo Bustamante, cuyos votos sumaban apenas el 15% de los totales; en nuestra elección, una tercera parte de los votos será para Madrazo. Una última diferencia, menos importante: no me parece que el lenguaje de Madrazo sea “peculiar”.
Llegamos así a los personajes más polémicos del texto de Villalpando: Andrés Manuel López Obrador y Vicente Guerrero.
Vicente Ramón Guerrero Saldaña nació en Tixtla, hoy Ciudad Guerrero, del estado homónimo, el 10 de agosto de 1782, en el seno de una familia muy humilde. Se dedicaba a la armería cuando la familia Galeana lo animó (1810) a unirse a la rebelión independentista. Asistió militarmente a Hermenegildo Galeana y José María Morelos. Cuando murió Morelos fusilado por los españoles (1815), Guerrero se enfrentó a los nuevos jefes de la rebelión y quedó, a la larga, como el único caudillo que siguió combatiendo a los realistas, si bien con fuerzas muy menguadas, por lo cual hubo de valerse de tácticas guerrilleras.
A esa mala racha le sucedió una época venturosa: el tenaz Vicente reabasteció sus ejércitos, llegó a encabezar a miles de hombres y fueron tantas las escabrosidades que debían sortear los realistas para vencerlo, que prefirieron negociar con él (1819). Aquí quiero copiar del tomo VI de la Enciclopedia de México un párrafo muy conmovedor; casi todos ustedes conocen el suceso a que hace referencia, pero quizás algunos no.
“El virrey Juan Ruiz de Apodaca envió a Pedro Guerrero, padre de Vicente, a persuadir al caudillo de que depusiera las armas a cambio de conservarle el grado de general y de una fuerte cantidad de dinero. El padre pidió al hijo, hincado y abrazándole las rodillas, que aceptara las ofertas del virrey; pero Guerrero llamó a sus soldados y les dijo: "Compañeros, este anciano respetable, es mi padre; viene a ofrecerme empleos y recompensas en nombre de los españoles. Yo he respetado siempre a mi padre; pero mi patria es primero"” (p. 275).
Fue entonces cuando Agustín de Iturbide –enviado inicialmente por el virrey en un segundo intento de alejar “por las buenas” a Guerrero de las armas– acordó con Guerrero proclamar la independencia de la Nueva España (Plan de Iguala, 1821) a cambio de que siguiera siendo católica y se reconociera, sí, como un reino independiente, pero vinculado con España, de modo que el emperador fuera Fernando VII. Ése era el plan original; como sabemos, posteriormente Iturbide se nombró emperador de México y Guerrero, aunque en un principio lo reconoció como tal, terminó enfrentado con él.
Como menciona Villalpando, Guerrero encabezó el partido de la masonería yorkina durante la presidencia de Guadalupe Victoria:
“El candidato C es el general Vicente Guerrero, predilecto de las clases populares y quien se empeñaba en implantar en México las ideas masónicas norteamericanas”.
Sin embargo, antes dijo:
“El candidato C es un hombre con pocas luces (...) con ideas francamente peligrosas, calificadas de populistas (...). (Se rodeó) de las más despreciables figuras políticas, cuyas ideologías son abiertamente contrarias al interés de una nación que acaba de obtener sus derechos y que está aprendiendo a ejercerlos”.
Estas dos afirmaciones no pueden ser sostenidas simultáneamente. La masonería yorkina –intermediaria entre el presidente Victoria y el embajador estadunidense Joel R. Poinsett– representaba, en aquella época, las tendencias más progresistas y avanzadas; y, de hecho, la Logia dirigida por Guerrero, Rosa Mexicana, dependía de la Gran Legión del Águila Negra, fundada por Victoria. Ni yo ni cualquier ciudadano del México moderno suscribiríamos ciertos juramentos de los yorkinos que parecerían fundamentar las acusaciones de Villalpando (por ejemplo, el temible fervor antiespañol de los seguidores de Guerrero), pero habría que observar a estos hombres en su contexto histórico para que el entendimiento que tengamos de ellos sea más justo. Para continuar, ¿cuáles son, según Villalpando, las “despreciables figuras políticas” de que se rodeó Guerrero? ¿Cuáles sus “ideologías abiertamente contrarias al interés de una nación que acaba de obtener sus derechos”? ¿A quiénes se refiere? ¿A Antonio López de Santa Anna? Pero ¿puede decirse que Santa Anna tuviera una “ideología”? En aquellos años Santa Anna era un héroe de guerra, no el traidor que recordamos hoy avergonzados. Lo que se puede decir a ciencia cierta es que los liberales (los progresistas, pues) estaban con Guerrero, y los conservadores con Gómez Pedraza. Éste se sostenía en el clero y en la masonería de rito escocés.
De la breve presidencia de Vicente Guerrero –apenas 8 meses y medio, de abril a diciembre de 1829– destaco dos grandes acontecimientos: la abolición de la esclavitud (ya Miguel Hidalgo y José María Morelos habían expedido decretos en contra de ella, sin efectos prácticos) y la victoria nacional sobre el ejército español que comandaba Ignacio Barradas, quien se proponía reconquistar México.
Tal fue, a mi juicio, el legado más memorable de Vicente Guerrero. ¿Es éste el hombre de quien sugiere José Manuel Villalpando que fue “un peligro para México”?
El relato tiene un final entre triste e irónico. ¿Saben cuál de los tres candidatos –A, B y C- se quedó al final como presidente? La respuesta es “B” de Bustamante, es decir ¡el “Madrazo” de aquella época! Después de ganar Guerrero la presidencia –ciertamente en forma ilegal, cual era la costumbre entonces-, el Congreso nombró vicepresidente –qué imprudencia- a Bustamante. Cuando los españoles se apersonan para reconquistar México, Guerrero envía a Bustamante a resguardar Jalapa. Los mexicanos vencen, ya lo dije, y Bustamante se alza contra Guerrero. Éste pide licencia al Congreso para salir a combatirlo. Bustamante aprovecha la ausencia de Guerrero y, mediante intrigas, consigue ser nombrado presidente. El resultado es la guerra civil. Los masones escoceses (conservadores), que antes sostuvieron a Gómez Pedraza (al “PAN”, según Villalpando), apoyan ahora a Bustamante (al “PRI”), y éste soborna a un marino italiano, Francisco Picaluga, para que secuestre a Guerrero, quien muere fusilado en Cuilapan, Oaxaca, la mañana del 14 de febrero de 1831.
¿Presagian aquellos sucesos una tormenta para nuestra época? Espero que no. Imposible negar las sombras de violencia: los maestros inconformes en Oaxaca, los abusos de un lado y de otro en Atenco, el autoatentado de la esposa de Carlos Ahumada; pero, con todo, el México del 2006 posee instituciones con las que el México de 1831 no contaba, y una cohesión social mayor. López Obrador no arribará al gobierno a costa de derramar sangre: nuestro voto será lo que lo conduzca a la presidencia.
Acuso a José Manuel Villalpando de fomentar con su famoso artículo el voto (o el “no voto”) del miedo. Basta de repetir esa mentira de los ciclos de la historia; la historia nunca se copia a sí misma, es siempre nueva y deslumbrante. Si ni siquiera las formas de los cristales de nieve se repiten, ¡mucho menos los sucesos desatados por las pasiones y las ambiciones de los impredecibles seres humanos!
Yo encuentro más diferencias que semejanzas entre aquella época y la nuestra. Aquella fue una época de levantamientos constantes, la nación apenas se conformaba como tal, apenas iba definiendo algunos de sus rasgos. México palpitaba atemorizado por la permanente amenaza española y sentíamos en el hombro el aliento codicioso de Estados Unidos. Nuestra época, en cambio, para bien o para mal, es una época democrática, y esta palabra quiere decir “vulgar”, carente de héroes. Nos gobierna una medianía gris y no áurea. No corre la sangre en las calles, qué alegría, pero no la sentimos correr tampoco por nuestras venas. Los políticos parecen más mezquinos, los talentos más mediocres y los ánimos más cínicos.
Nos ha costado mucho llegar a la tranquilidad. Lo que sigue es ver qué vamos a hacer con ella.


Canción mexicana
Octavio Paz

Mi abuelo, al tomar el café,
me hablaba de Juárez y de Porfirio,
los suavos y los plateados.
Y el mantel olía a pólvora.

Mi padre, al tomar la copa,
me hablaba de Zapata y de Villa,
Soto y Gama y los Flores Magón.
Y el mantel olía a pólvora.

Yo me quedo callado:
¿de quién podría hablar?

31 comentarios:

Hilario Peña dijo...

Compa Erathora... Como siempre, resulta evidente la línea del periódico la Crónica...

CEBOLLAZO: ya, sin mamadas, fuera de cura, recomiendo ampliamente un post titulado "Diferencias del modelo educativo" en el Blog de Villalobos... Lo encuentro inmejorable... Sigue sin gustarme el de la Ley Televisa... Saludos...

Beam dijo...

Post muy completo e interesantisimo. Lastima que los fecalines no van a alcanzar a leerlo - sus cerebros dogmaticos no dan para tanto -

Saludos.

Gustavo Villalobos dijo...

Yo celebro mucho que se haya logrado este buen diálogo y pluralidad de ideas en tu blog. Así sin mentar madres es mejor y todos nos entendemos. Yo aprecio y respeto las diferencias de cada uno. Reconozco los aciertos y bondades de cada comentario y desde luego, fijo con toda claridad mi desacuerdo en aquellos puntos con los que no comulgo, pero antepongo sobre todos los intereses personales la armonía y respeto a los compañeros blogeros.

Saludos.

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

¡Ah chinga!
¿De volada?
No sé por qué, pero no les creo que hayan leído el post completo. No mamen.
(No se me ofenda nadie, así soy de grosero)

Ya en serio, les agradezco a todos por su visita. Un saludo bien apretadote y bien cálido para todos ustedes.

isis dijo...

"Este dos de julio, a la hora de votar, piensa en tus hijos", dice Fecal.
¿Qué tal, "este dos de julio, a la hora de votar, piensa en mi cuñado"? ¿Mejor, no?
Son las 10:52 pm, y me estoy chutando a huevo 4 anuncios seguidos durante el noticiero de López Dóriga.
(del vómito)
No he leído el post, veamos...

isis dijo...

Son las 11:02 y ya van otros 4 spots más de FeCal.
(...)
¿No hay guerra sucia?

**La Bruja** dijo...

Jejejejeje. Excelente y educativo como todos tus posts.

Saludines.

Javo dijo...

Bueno mi comentario JAMAS fue con intenciones proselitistas hacia FeCal fue con la simple intencion de dar a conocer este escrito en tu blog, el cual creo que es bastante interesante ( lo objetivo solamente), en los pocos comentarios que he hecho en tu blog he dado a conocer mi preferencia OBJETIVA a ciertas propuestas del Pan (sobre todo a aquellas basadas en el socialismo cristiano,acerca de esto lo puedes encontrar en la Carta Encíclica RERUM NOVARUM) sin embargo eso no quiere decir que sea PANista, pero bueno, acerca del escrito yo si creo que tendemos a repetir el pasado( sin tomar partido de quien es quien en el articulo), simplemente me pareció algo muy interesante.

Anónimo dijo...

VIVA CHAVEZ . VIVA EL SUR

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Notoga:
Viva el sur.
Sobre tu presidente, lo que puedo decir es que sostuvo vínculos necesarios con mi presidente hasta que una serie de comportamientos desafortunados por parte de ambos resultó en un enfriamiento de las relaciones políticas entre México y Venezuela.
Mi posición ante Chávez la describo en esta dirección:
http://erathora.blogspot.com/2006/05/por-qu-voy-votar-por-el-peje-2a-parte.html
Para bien, los presidentes son efímeros. La amistad entre los pueblos es indestructible.

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Gracias, Babel.

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Isis:
En esos spots puedes ver la calaña de tipo que es el tal Fecal. Está tan desesperado que ¡tiene que jurar por sus hijos! Y durante sus mítines, jura frente a las iglesias. Es un sujeto repugnante.
Yo he demostrado en casi todos mis posts anteriores (los que son textos míos) que Fecal es un mentiroso consumado. Mintió descaradamente en el debate cuando sacó el libro de López Obrador sobre el Fobaproa (por ahí anda un post mío con las verdaderas palabras de López Obrador, pues compré el libro hace poco), mintió al negar sus vínculos con el Fobaproa, mintió al comparar a López Obrador con Chávez y ha mentido un montón de veces más. Así jure por su mamacita santa, yo no le creo nada a ese pelafustán.
Lo peor es que muchos panistas de buena fe creen en este sujeto, pero, como he dicho varias veces: el PAN desprecia a sus seguidores.
Ya basta de tener en el poder a un partido que se afianza en la ignorancia e infunde temores en la gente. PAN: ¡Nunca más!

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Javo:
No puede negarse que es un artículo interesante el de Villalpando. Como digo en mi comentario: lo encuentro incluso delicioso.
Fíjate que en mis tiempos universitarios conduje junto a unos amigos un programa de radio. Frecuentemente tocábamos temas históricos y muchas veces me basé en los libros de Villalpando. Además, no me perdía su sección en el noticiario "Monitor" de la tarde.
Más que un buen historiador, Villalpando es un ameno divulgador de temas históricos, igual que Enrique Krauze, lo cual tiene un indiscutible mérito. No obstante mi postura crítica frente a ellos, no dejaré de leer sus textos.

Donde escribí "Villalpando" quizá debí haber escrito "VillalPANdo"

Los timbales del cura de VillalPANdo pum catapum catapum chin chin...

ErosGod1 dijo...

En Mexico tendemos a solemnizar todo, fenómeno que se prolongó hasta el sexenio de Charly "elinombrable" Salinas. Con Zidellin y sobre todo en el actual régimen la solemnidad fue suplantada por el exótico y provinviano kitsch, tendencia filozoofica que ha permeado al grueso de la sociedad. Juárez fue un luchador republicano, patriota; pero indudablemente su pensamiento económico era de un liberalismo galopante, lo que en estos tiempos lo ubicaría dentro de las tendencias neoliberales. El pensamiento económico de Andres Manuel, esta más cercano (que no igual conste) al modelo implementado por Porfirio Díaz.

Advierto, por formacion ideológica no comparto las ideas panistas; soy izquierdoso critico y mis preferencias politicas estan mas cercanas a AMLO.
Saludos.

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Hola, ErosGod.
El legado de las grandes figuras históricas es siempre múltiple. Villalpando, con calzador, ya hizo miembro del PAN a Benito Juárez; pero los panistas no lo querrían dentro de sus filas, en primer lugar, por hacer del nuestro un Estado laico y nacionalizar los bienes eclesiásticos; en segundo, por su nacionalismo, por contrariar a las monarquías europeas a las que el panismo es tan afecto (son amiguis de Aznar y V.M. Juan Carlos de Borbón, no lo olvides); y en tercero, por agarrar al toro por los cuernos y declarar moratoria para la deuda externa (nada que ver con Luis Ernesto Derbez y Jorge Castañeda).
En cuanto al liberalismo económico, concuerdo con lo que recientemente expresó Héctor Aguilar Camín: ninguna de las propuestas de los candidatos presidenciales es verdaderamente radical; son hasta cierto punto cercanas. Las ventajas que yo veo del proyecto económico de López Obrador sobre el del PAN y el PRI son: 1) su ánimo de renegociar el Tratado de Libre Comercio y su abandono del dogma de que abrir las fronteras resuelve todos los problemas (lee "El mito del Libre Comercio", de Ravi Batra); 2) su compromiso de incentivar la productividad de la industria nacional, tanto privada como pública (un par de posts más abajo publiqué el estudio de un ex-funcionario de la CFE donde explica por qué la privatización de la industria eléctrica tiende a encarecer las tarifas de los hogares); 3) su estrategia para incrementar el intercambio comercial interno, con el consiguiente beneficio mutuo para los empresarios y los consumidores; 4) su negativa a gravar alimentos y medicinas; 5) su planteamiento LIBERAL de reducir el gasto corriente (una "austeridad republicana" que podría ser la de Juárez). Si a eso le agregas los planes de ayudas para los desamparados (planes que existen, por ejemplo, en Estados Unidos), ahí tienes los motivos principales por los cuales voy a votar por él. Ojalá, aparte de lo anterior, incremente el porcentaje del presupuesto destinado a la ciencia y a la educación.
En cuanto a su similitud con Díaz, supongo que lo dices por la tendencia desarrollista de ambos. Yo he oído a AMLO decir que admira a López Mateos, quien también impulsó el desarrollo de la industria nacional.
Ya visité tu página. ¡Saludos!

Gabriela dijo...

Tu relato me recordò uno de Batailles, donde hablaba de sus personajes asì, como A y B.

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Lo de A y B son ondas de José Manuel Villalpando (el texto en cursiva). Lo que yo escribí es la crítica a ese texto (en tipografía normal). Pero sí, supongo que suena a Georges Bataille (muy de lejos). A mí me recordó a Franz Kafka (muy de muy lejos).
No batailles con Batailles, juar juar, qué chiste más malo.
Saludos, Fosfocito.

Dr. Muerte dijo...

x q los del PAN se esfuerzan en molestar?

dejen q voto o no por quien yo quiera

como dice el comercial NI UN VOTO AL PAN

saludos my friend

Scarlett Freyre dijo...

ME ENCANTO TU BLOG

Eric dijo...

erathora.
Muy buen post, en verdad,una pequeña lección de historia, que disfruté además.
A los anuncios del PAN, de ésa guerra sucia (que según los panistas no es), ya estoy harto. Es en verdad de sorprenderse cómo sienten que la presidencia se les va, señal inequívoca que el pueblo mexicano ha despertado, que el pueblo no esta dispuesto a aguantar 70 años más de "crecimiento", hoy (como decía FOX) la nación, quitará del poder a quien sea necesario para no cometer los mismo errores del histórico pasado.
Hago una pregunta ¿qué es peor decir una mentira o una verdad a medias?, los historiadores PANISTAS, se han encargado de difundir la información (como lo ha hecho Villalpando, y otros más), del pasado de México, dando a las palabras o situaciones, el enfoque que más les convenga.
Pero no contaban con gente que no se traga lo primero que se dice, y que además se atrve a refutar ésa cantidad de mala información.
Un saludo y felicidades por el blog.
Desde las tierras del gober precioso. (éste guey como en qué momento dela historia podría entrar).
Salú.

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Chido, Dr. Muerte.

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Gracias, Scarlett.

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Eric, el gober precioso se parece a tantas figuras... ¿A Heliogábalo el Horrible, emperador de Roma? Nomás que a ése le gustaban los niños; al gober y sus cuates les gustan las niñas. Bola de cabrones.

Gabriela dijo...

Saludos, de verdad que el chiste es malo jajaja

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Snif, snif.

Gustavo Villalobos dijo...

Compañero Erath:

Sólo me permito hacer dos precisiones: 1° Este artículo del maestro Villalpando que reproduces, fue escrito hace más de un año (cuando en realidad la campaña se centraba en Madrazo, AMLO y Creel). Nada que ver con Felipe.

2° Villalpando es el mejor historiador vivo de nuestro país. Su autoridad está mucho más allá de toda tendencia o sesgo. Creeme, sé de lo que hablo.

Saludos.

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Compañero Villalobos:
Coincido contigo en tu primer punto. En mi crítica a Villalpando (el texto de Villalpando está en cursivas y el mío en tipografía normal) dije precisamente eso: que Villalpando compara a Manuel Gómez Pedraza con Santiago Creel, no con Felipe Calderón. Había una tendencia generalizada, en el momento en que apareció el artículo, a suponer que Creel se quedaría con la candidatura del PAN.
Con tu segundo punto coincido a medias. ¿Será Villalpando el mejor historiador vivo de nuestro país? No lo sé, pero indudablemente es autor de textos amenos, sencillos e interesantes; y, como puedes leer más arriba en esta serie de comentarios, no pienso perder la oportunidad de seguir disfrutando de sus escritos.

Gustavo Villalobos dijo...

Compañero Erath:

De verdad sería chido platicar contigo alguna vez.

Ojalá se logre...algún día (si esta elección del 2 de julio no acaba en fraticidio).

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

¡Por mí encantado, Gustavo! Te envío un afectuoso saludo.

ángel dijo...

Muy buen tu artículo. Me quedo ahora en la desesperanza de este poema de Paz tan bien engastado aquí, en tu espacio.


saludos...

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Mil gracias, Ángel. Leo tu Noctambulario desde hace tiempo, incluso he dejado ya algún comentario en él. Sabes, iba a dedicar mi blog en realidad a asuntos literarios, pero siento el deber moral de apoyar en estos momentos la candidatura de quien me parece conducirá mejor a mi país. Gracias por tu comentario en mi blog, pero sobre todo gracias por compartir tantos bellos poemas, de Odisseas Elytis a Jorge Luis Borges y cien más... Gracias.