La Jornada
Traducción: Ramón Vera Herrera
24 de febrero de 2007
Los franceses tienen una expresión, fuite en avant (literalmente fuga por adelantado): algo que uno hace cuando se halla en una situación donde va perdiendo y espera salvarla haciendo lo mismo o algo peor, con lo que se crea una situación en que la gente siente que tiene que respaldarlo a uno. ¿Es esto lo que George W. Bush intenta hacer en Irán?
Sabemos dos cosas acerca del régimen de Bush. Su posición en Irak es insostenible y ahora es impugnada inclusive en Estados Unidos. El llamado a una retirada crece día con día y surge de todas partes. Y sabemos que, desde 2001, los neoconservadores y Dick Cheney han estado pujando por emprender un ataque militar contra Irán con el objetivo de cambiar el régimen. Entonces, éste podría ser el momento.
Estados Unidos ha enviado su flota a la región y puso al mando a un almirante conocido por su eficacia en ataques mar-aire. Washington emite virtualmente a diario comunicados que señalan las supuestas malas acciones de los iraníes. En resumen, Estados Unidos agita el sable. Es más, muchísimas personas parecen tomar esto muy seriamente. Tres de los militares retirados de más alto rango en Estados Unidos han advertido públicamente contra la locura que significa atacar Irán. También lo ha hecho Zbigniew Brzezinski, a quien no podemos calificar de paloma. Así también lo han hecho incontables políticos y diplomáticos de todo el mundo. Pero Cheney ha dejado claro que el gobierno estadunidense hace lo que le place, sin importar cuántos oponentes tenga, o quiénes sean.
¿Apoyará alguien a Estados Unidos en tal aventura? De hecho, muy pocos. No lo respalda el Congreso estadunidense, aunque Bush y Cheney cuenten con el hecho de que sería más duro para los demócratas oponerse a ellos sobre el asunto Irán que sobre Irak. Tendrán el respaldo del gobierno israelí. Y creen contar con el apoyo de los sauditas. Pero eso es malinterpretar la posición saudita. Estos, por supuesto, tienen la preocupación de limitar las pretensiones iraníes de hegemonizar la región y la preocupación de contener las posibilidades de una militancia chiíta en estados dominados por sunitas, primero que nada en Arabia Saudita. Pero los sauditas también han dejado claro que un ataque militar a Irán perjudicará los objetivos políticos sauditas más que ayudarlos. La mediación activa de los sauditas en la disputa entre Hamas y Fatah en Palestina indica que con toda claridad buscan distanciarse de la estrategia estadunidense en Medio Oriente. Y en Europa inclusive los británicos están expresando abiertamente su disgusto por la idea de un ataque contra Irán.
Así que supongamos que, pese a todo esto, Bush y Cheney decidan emprender su atropellado y súbito avance hacia la guerra, su fuite en avant para intentar salvar su desastrosa situación. ¿Qué pasaría, y por qué harían algo así? Lo que pasaría parece claro. Un ataque aéreo sobre Irán no lograría el objetivo de desmantelar el programa nuclear iraní, aunque podría dañarlo. Enviar tropas, si acaso Estados Unidos encuentra a alguien a quien enviar, conduciría a una cuota de muertes estadunidenses muy alta. El gobierno iraní se fortalecería políticamente, en casa y por todo el mundo islámico. Los rusos y los chinos respaldarían de facto a Irán.
Y lo peor de todo para Estados Unidos es que aquéllos a los que en Irak considera sus aliados más cercanos comenzarían a vociferar en un llamado en pos de una retirada estadunidense inmediata de Irak. El anterior primer ministro Ibrahim Jaafari ya comenzó a andar ese camino. Nadie en Irak, nadie, quiere que Estados Unidos ataque a Irán, y a nivel emocional, nadie se pone del lado de Estados Unidos en esta cuestión. Ahora, Cheney es un político inteligente, y puede ver todo esto, pienso yo. Así que, ¿por qué, pese a todo, puja por la guerra? ¿Acaso podemos jugar con la idea de que crear un desastre aún mayor para Estados Unidos le resulta la mejor opción disponible para lograr sus objetivos políticos reales?
Cheney (y Bush) saben que tendrán el control del gobierno de Estados Unidos sólo por dos años más. Después, no saben quién estará en el poder, pero tienen muchas razones para pensar que no serán sus clones. Lo último que quisieran es una transferencia pacífica del poder a cualquiera que pueda desmantelar lo que han construido y que intente (tan sólo que intente) regresar a Estados Unidos a donde estaba -en el país e internacionalmente- en los años de las presidencias de Richard Nixon a Bill Clinton.
Entonces, buscan aumentar, no disminuir, las querellas internas en Estados Unidos. Buscan desmantelar más el marco de libertades civiles, uno que nunca fue perfecto pero que podía darse el lujo de mantener algunas restricciones al poder gubernamental. Buscan mayores regresiones en el ámbito de los derechos sociales. Buscan crear un Estados Unidos más oscuro en un mundo más oscuro.
¿Puede alguien detenerlos? Posiblemente. Existe ahora una extendida resistencia, muy vocalizada, en las fuerzas armadas. Por primera vez en mi vida, encuentro en la prensa especulaciones sobre un golpe militar. Dudo que vaya a ocurrir, pero la mera especulación muestra qué tan vastas son las zozobras. Y existe también la resistencia de los políticos que en su gran mayoría son esencialmente moderados de centro y cuya mayor preocupación es mantener las posiciones para las que los eligieron y que son personas que vuelan a donde los lleve el viento de su base electoral. ¿Será esto suficiente? Es difícil decirlo, pero veremos la situación con mayor claridad en los próximos dos o tres meses.
1 comentario:
Y si Cheney no es tan inteligente como sus amigos inclusive sus enemigos creen?
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