Murió Pinochet, ese asqueroso cabrón

Dice mi abuelita que uno nunca debe congratularse de la muerte de nadie, aunque sea acérrimo enemigo. Dice que esa no es la conducta de un caballero, ni la de una dama decente. Dice que los buenos cristianos nos congratulamos de la vida, no de la muerte.

Pero... Pinochet siempre defendió a la iglesia católica, prohijó la persecución de Judíos de izquierda (me parece que el peor en este rubro de américa latina), desapareció a muchos y (no hay mal que por bien no venga, decía también mi abuela) apareció a otros pero en México, muy inteligentes y buenos, que vinieron a engrosar nuestras letras y hoy llamamos Mexicanos con gusto.

Diría yo que pinochet se lleva oficialmente el Premio Louise Villedieu en la categoría de "Trabajo de toda una vida", por la contínua hipocresía, la gran mentira consistente de años y años, la alianza con poderes extranjeros para matar a su propia sangre y la imposición militar al servicio de las élites chilenas que, incluso hoy, quisieran ver regresar a ese, que les dió todo lo que les quitó a otros, que no se lo merecían, hasta los hijos. El Robin Hood de la derecha, supongo que podemos nombrarlo, este hijo de puta por fin está en el mejor lugar: seis metros bajo tierra y, si la decencia tuviera cabida en este mundo, hubieran colgado sus restos a la vista de todos, como una oda a la muerte oxymorónica.

Hijo de la chingada, qué bueno que te llevó la pelona, pero qué pena que haya sido en tan tersa forma tu partida. Mueres rodeado de tus hijos y nietos, rodeado de los tuyos que indudablemente te quisieron. Ni eso le diste a tus enemigos y, ni siquiera, a algunos que nunca fueron realmente tus adversarios. Simplemente chilenos que pasaban por ahí, escribían por allá, buscaban a sus hijos muertos por acá.

Ojalá pudiéras reencarnar en otro hombre, para que hiciéramos gala de la crueldad humana pero de manera pública y en tus carnes.

RIP, jo-puta.