viernes, abril 21, 2006
Después del boicot
He escuchado y leído algunas críticas a la invitación de no visitar las tiendas que usan franquicias norteamericanas el próximo 1 de mayo. En efecto, casi nadie ignora que se trata de franquicias. Las personas a cargo de su administración son originarias, en su mayor parte, del lugar donde se instala el negocio. Pero cada negocio instalado en México (o cualquier otro país de Latinoamérica) con nombre norteamericano, debe reportar el monto de sus ganancias a la empresa de la cual toma su nombre. Con el boicot, los norteamericanos se verán obligados a tener en cuenta el rechazo del ciudadano latinoamericano común y corriente (el que no es gerente de esas empresas) a la política de Estados Unidos. Lo que intenta el boicot es atraer la atención continental. Nadie es tan ingenuo de pretender conseguir nada más. Por supuesto, la verdadera batalla se libra, en estos momentos, en Estados Unidos, más que en Latinoamérica; los trabajadores latinoamericanos de Estados Unidos son quienes más se arriesgan al sumarse a este boicot. Pero tras la batalla, la guerra continúa. Una guerra que, ahora sí, tiene lugar en Latinoamérica, en contra de nuestros propios vicios, porque se debe principalmente a nuestros propios defectos el no haber obtenido mayor provecho de nuestra riqueza. Cada crítica que hagamos al gobierno norteamericano debe ir acompañada de una crítica a nuestros gobiernos latinoamericanos, y a nosotros mismos como ciudadanos. ¿Qué estamos haciendo para detener las oleadas de inmigrantes? ¿Qué empleos y qué salarios estamos ofreciendo a nuestros compatriotas? Ojalá esto del boicot no se trate solamente de una ligera racha de interés. Ojalá nuestra solidaridad sea mayor. Específicamente hablando de México: sea quien sea el próximo presidente, los mexicanos debemos exigirle que comience a resolver el problema de la inmigración. Y hacer todo lo que esté en nuestras manos para colaborar con él en ese logro.