domingo, noviembre 09, 2008

Contra Obama

Alexander Cockburn
Rebelión
9 de noviembre de 2008
Original: CounterPunch
Traducción: S. Seguí*


¿Un clima de intolerancia? ¿Malas vibraciones en un mitin de McCain-Palin? Siempre alertas ante la amenaza de los camisas pardas, los progresistas leen los informes de prensa provenientes de Ohio y Wisconsin con un ligero escalofrío. ¿Dónde habrán estado estos últimos meses? Intente usted discutir en un típico hogar progresista y dar una opinión contra Obama y en favor de Nader. Una pareja de amigos de izquierda de toda la vida me susurran que en sus hogares y lugares de trabajo han dejado ya de hablar abiertamente de Obama y sólo se atreven a hacerlo, sotto voce, en los parques públicos.

Estos últimos días he estado hojeando prensa, tratando de hallar siquiera un motivo positivo para votar en favor de Obama. Insisto en lo de positivo, puesto que el propio candidato ha hecho de esta expresión un tema de atracción. ¿Por qué votar por Obama, a diferencia de votar contra el equipo que forman Palin y Joe el Fontanero?


Obama invoca el cambio. Sin embargo nunca antes un candidato reformista ha estado tan atrapado por el cuello por la mano muerta del pasado. ¿Es posible hacer frente a los problemas de Estados Unidos sin hablar del presupuesto militar, ya fuera de todo control? El Pentágono gasta más hoy que en ningún otro momento desde el final de la II Guerra Mundial. En dólares constantes, los 635.000 millones asignados en el año fiscal de 2007 son un 5% más que la cifra más alta anterior, en 1952. Según como se realice el conteo, el Imperio tiene entre 700 y 1.000 bases en el extranjero; Obama quiere ampliar la cifra de personal militar en 90.000 unidades; se ha comprometido a incrementar la guerra estadounidense en Afganistán; también a atacar el territorio soberano de Pakistán si este país obstruye cualquier tipo de misión unilateral estadounidense para matar a Osama bin Laden; se ha comprometido asimismo a llevar la guerra contra el terror a un centenar de países, creando para ello una nueva infraestructura internacional represiva destinada a atacar las redes terroristas. ¿Un nuevo comienzo? ¿Cuál es la diferencia con el compromiso de Bush ante el Congreso, el 20 de septiembre de 2001, de realizar una “guerra contra el terror”, contra “cualquier grupo terrorista de alcance global” y contra “cualquier nación que siga acogiendo o apoyando al terrorismo”?

Los defensores progresistas de Obama se conforman con la idea de que tenía que decir esto para ser elegido. Después de ocho años de Bush, los estadounidenses son receptivos a una reevaluación del papel imperial de su país, pero Obama ha obviado esta oportunidad. Si resulta elegido (1) será prisionero de su promesa de que durante su turno de guardia no se perderá Afganistán, ni se dejará de asumir la carga del hombre blanco.


Sea cual sea la reducción de tropas en Iraq tras la victoria de Obama, será sólo un breve intervalo, entre la fanfarria y el ruido de su oferta de soluciones. En caso de victoria de Obama, la consecuencia más inmediata será muy probablemente una brusca reafirmación imperial. Ya Joe Biden, el ajado modelo de póster de la intransigencia israelí y la histeria de la guerra fría, está anunciando con estridencia que el coraje del nuevo gobierno serán puestos a prueba en sus primeros seis meses por los rusos y sus acólitos.


Después de ocho años de ataques incesantes a las libertades constitucionales por parte de Bush y Cheney, el entusiasmo público y judicial por la tiranía se ha desvanecido. Pero Obama ha optado por ponerse de la parte de Bush y Cheney. En febrero, en aras de un perfil progresista en las primarias, Obama se manifestó en contra de las escuchas ilegales. Su apoyo a las libertades no fue más allá de su segundo trimestre, y lo liquidó con un voto a favor de dichas escuchas. El hombre que votó a favor de confirmar la Ley Patriótica declaró que “la capacidad para perseguir y llegar hasta personas dispuestas a atacar a Estados Unidos es una herramienta vital del antiterrorismo.”


Todo político, bueno o malo, es un oportunista ambicioso. Pero por debajo de este primer nivel, aquellos que llegan a dejar su huella constructiva en la historia tienen un fondo de consistencia y fidelidad a algún tipo de idea central. En el caso de Obama, esta idea es el último destilado de las políticas identitarias: la idea de su negritud. Los que afirman que si fuera blanco tendría el camino fácil hacia la Casa Blanca no comprenden que sin su más destacada característica física Obama sería considerado un simple senador de segundo nivel sin credenciales para impresionar a nadie. Como organizador político de su propio progreso, Obama es una maravilla. Pero aún no he conseguido encontrar una sola intención elevada a la que haya sido fiel si ello significaba algún riesgo para su carrera. Echando mano de todo mi optimismo disponible, supongo que podemos decir que aún no ha tenido ocasión de ofender a dos grupos de electores importantes y de ajustar su actitud, todavía decente, en materia de inmigración y reforma de la legislación laboral. ¿Financiación pública de su campaña? Compromiso primero adoptado y luego traicionado, como en el caso de las escuchas ilegales. Su tesorería de campaña es ahora un enorme bote, que si hubiera sido recaudado por un republicano sería tema de estruendosas campañas progresistas.


En términos sustanciales, la campaña de Obama ha sido la negación de casi cualquier principio progresista decente, una negación que no ha suscitado la menor protesta de ningún progresista que pretenda hacerle responsable. Los Michael Moores siguen en silencio. En el extranjero, Obama equivale a renacimiento imperial, pero ha mostrado sumisión ante el lobby israelí y ha promovido los más enraizados reflejos de la guerra fría. En el país, se ha postrado ante los banqueros y Wall Street, las compañías petroleras, las carboníferas, el lobby nuclear y los grandes combinados agroindustriales. No ha sentido ningún temor a la hora de ofender a los progresistas, ni ha descansado a la hora de apaciguar a los poderosos.


Así pues, no, no estamos ante un momento excitante o liberatorio de las políticas estadounidenses, como era posible tras los años de Bush. Si quieren un recuerdo de algo que puede considerarse excitante, les sugiero que vayan al sitio Internet de la campaña Nader-Gonzales y lean su plataforma, especialmente en lo relativo a participación e iniciativa. O bien que lean fragmentos de la plataforma del libertario Bob Barr en materia de política exterior y derechos constitucionales. En estos momentos, Cynthia McKinney esta haciendo afirmaciones chifladas sobre 5.000 ejecuciones post-Katrina, de lo contrario la incluiría también.

¿Quieren ustedes realmente estar en el mismo lado que Alan Dershowitz, Colin Powell y Christopher Hitchens?

(1) Este artículo fue escrito a finales de octubre (N. del t.).

* S. Seguí pertenece a los colectivos de Rebelión y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar el nombre del autor y el del traductor, y la fuente.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hablan de democracia donde solamente hay DOS partidos... la gente no tenia mucho por quien votar, tal vez creyó que si era negro era "de izquierda" pero creo que Obama simplemente se burló de todos, eso ya se verá en los años que vienen ojalá me equivoqué...

marichuy dijo...

Erat

Mi estimado, me parece que es muy duro con Obama el autor de este artículo. Digo, yo soy la primera en decir que no es "El Mesías", como quieren vendérnoslo sus fans de ocasión, pero de ahí a compararlo con el malnacido Bush, hay un gran trecho.

Saludos

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Anónimo:

Como ves, no eres el único que prevé ese escenario.

Gerardo de Jesús Monroy dijo...

Mi estimada, por desgracia no veo que el autor esté equivocado. Obama plantea salir de Irak (falta que lo haga), pero a costa de incrementar la presencia militar de EEUU en Afganistán, y esta noticia ha aparecido en todos los periódicos. La dificultad con la falta de autonomía de los políticos estadunidenses es que la economía y la política norteamericanas se han subordinado a las iniciativas militares desde hace décadas. Una bola de nieve que sólo con medidas drásticas los norteamericanos conseguirían parar.