jueves, marzo 19, 2009

Destruyendo la memoria

Héctor Gómora
Rebelión
11 de marzo de 2009

A nueve años del rompimiento de la huelga en la UNAM

El pasado 6 de febrero se cumplieron nueve años de la invasión a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por parte de ese inconstitucional fragmento del ejército, disfrazado de policía, que es la Policía Federal Preventiva. De esta manera se rompió la huelga iniciada meses antes (el 20 de abril), detonada por un intento más del sistema de poder para privatizar la UNAM a partir de cuñas como el aumento de cuotas escolares. Desde luego, como siempre sucede en la historia, el detonante fue uno, pero los movimientos resultantes crecen y retoman diferentes agravios sobre los cuales buscan justicia.

Hay mucho qué decir al respecto, pero se pueden abordar ahora los puntos principales, que en días pasados fueron comentados en los medios, y en donde fue suficiente para encontrar los sesgos y verdades a medias que abonaron al linchamiento mediático que sirvió de pretexto para romper la huelga. En ello participaron incluso plumas afines a la izquierda, pero a la izquierda parlamentaria (o sea, el Partido de la Revolución Democrática), ésa que aceptó las reglas del sistema y que cuando surgen movimientos de base, que no buscan negociaciones para beneficio, siempre terminan dándoles la espalda. No es de extrañar que tanto el Ejército Zapatista de Liberación Nacional como el Consejo General de Huelga (columna del movimiento estudiantil de 1999-2000) marcaran su distancia respecto al PRD.

Por el contrario, existen otros intelectuales y organizaciones que se niegan a aliarse con esa facción pragmática y utilitarista y trabajan para rescatar el verdadero legado histórico izquierdista, que concibe una sociedad integrada desde abajo y no guiada borreguilmente por élites. La mayoría de esas voces casi no se escuchó cuando el CGH era presentado en los medios como intransigente.

Ahora que se cumplieron nueve años del rompimiento de la huelga, resonaron en los medios –incluso en algunos más bien ligados a la izquierda- remembranzas que tienen más características de revisionismo histórico que de información para conservar la memoria: reseñas muy sesgadas, que omitieron hechos de particular importancia y al mismo tiempo se extendieron en comentarios sobre las –innegables- fallas del movimiento, pero presentándolas de tal forma que perfilan al CGH como un grupito de ineptos y bravucones, incapaces de entender gran cosa. Cierto es que hubo facciones que cayeron en eso, pero calificar todo un movimiento tan complejo en forma tan simplona es, por decir lo menos, ignorante.

Veamos algunas de las cosas que se dijeron. Se notará que algunos fueron comunes a prácticamente todos los medios; otros fueron propios de la prensa de izquierda.

1. Había una marcada polarización en el CGH y un natural desgaste del movimiento.

Esto era cierto en parte; además se omite que la polarización fue una estrategia más del sistema; por ejemplo, con las varias “propuestas” de solución que realmente no solucionaban nada. Eso ayudó a crear una división entre quienes no se dejaban engañar y quienes, ansiosos por reanudar clases, querían ver en aquéllas la solución deseada. Es una clásica maniobra del poder, para que las mentes menos seguras terminen quebrándose. El esgrimir tan insistentemente que había división dentro del movimiento inocula la idea de que la Universidad estaba en manos de gente sin rumbo. Finalmente, hablar de desgaste de un movimiento no es tan fácil y se requieren muchos elementos para asegurarlo. Desde luego, cuando se procede con honestidad y responsabilidad informativa.

2. La invasión de Ciudad Universitaria fue censurada por muchos sectores universitarios, incluidos muchos de quienes se habían pronunciado por que concluyera el paro de actividades.

Eso es cierto... y en el caso de los segundos representó una gran hipocresía, porque cualquiera medianamente entendido sabe que declaraciones del tipo “es necesario que este paro termine” son siempre usadas por el gobierno como pretexto para reprimir. Más de un intelectual supuestamente de izquierda contribuyó a fabricar la falsa idea de que el CGH ya había ganado y que era tiempo de entregar las instalaciones. Nuevamente Carlos Monsiváis es un buen ejemplo de ello. Cuando la propaganda del sistema inventó la dupla ultras vs. moderados, este escritor publicó un artículo llamado “Ultra: la histeria me absolverá”, donde relacionaba, SIN PRUEBAS, a sectores del CGH que no aceptaban las “generosas” ofertas de Rectoría con las alas más intransigentes y agresivas de los movimientos de tiempos anteriores. Fue el clásico artículo donde se hace uso del prestigio –construido por el sistema de poder- para hacer declaraciones que tienen peso no sólo entre seguidores de la persona, sino también como propaganda para el sistema, de modo que se “demuestra” que hasta las más lúcidas mentes de la izquierda están en contra.

Eso sí, cuando vino la represión, Mosniváis publicó de inmediato un artículo llamado “Los ultras por antonomasia”, donde endilgó al gobierno los calificativos que antes repartió al CGH... como si no hubiera sido posible prever que no era lo mismo decírselo a quienes no tenían fuerza ni medios a su disposición, que a quien tiene todo eso y el monopolio de la violencia legal. Es la clásica maniobra del intelectual orgánico: primero contribuyo al linchamiento político y cuando viene la represión me hago el escandalizado para conservar mi imagen ante los despistados.

3. La intención de modificar el Reglamento General de Pagos (RGP) se había cancelado desde junio, pero los estudiantes no quisieron levantar la huelga porque argumentaban que permanecían sin cumplirse otras cinco demandas.

Efectivamente, el detonante fue la aprobación, en forma bastante sucia, de reformas al Reglamento General de Pagos (RGP) que contemplaban sobre todo un notorio incremento a las cuotas. Y también efectivamente, el movimiento demandaba, además de la cancelación de tales reformas, lo siguiente: derogación de las reformas de 1997 por las cuales se cancelaba el pase automático de bachillerato a licenciatura en la UNAM; eliminar el examen único del Centro Nacional de Evaluación (Ceneval) para el ingreso a la enseñanza media superior; convocar a un congreso universitario democrático y resolutivo; desmantelamiento del aparato policial y anulación de actas y sanciones contra los participantes en el movimiento, y recorrer el calendario escolar para recuperar los días perdidos durante la huelga.

De nuevo nos topamos con la insinuación de que el movimiento era intransigente. Primero: la supuesta “cancelación” del nuevo RGP no significó que Rectoría abandonara su intención de elevar las cuotas, sólo modificó sutilmente la forma en que originalmente quería imponerlas (como explicaré más adelante). Segundo: efectivamente, el movimiento tenía otras demandas, y esta nota hace pensar que la única cosa que estaba en discusión eran las cuotas.

Si no mala intención, sí hay al menos ignorancia en una aseveración así, porque la historia muestra que los movimientos sociales muchas veces nacen por algún detonante concreto, pero retoman los agravios acumulados. Y en años previos las autoridades de la UNAM habían realizado acciones que fueron agresiones claras contra el estudiantado y contra el proyecto todo de la universidad pública, como las siguientes: eliminar el pase automático de bachillerato a licenciatura y aplicar examen –medida que el memorable rector Javier Barros Sierra había calificado de “aberración”-; incorporar a la UNAM el examen del Ceneval, en clara violación a la autonomía universitaria, para aceptar formas de evaluación diseñadas en los sectores privados neoliberales; e implantación de un aparato administrativo de represión.

Pero para los ignorantes y los perversos, las cuotas eran lo único de lo cual había que preocuparse. Es como si se pretendiera estudiar el movimiento de 1968 en México sólo por la golpiza que unos granaderos propinaron a estudiantes, o por el pleito de pandillas previo. Dejemos esa forma de engaño para gente como Octavio Paz, que así desvirtuó el análisis del ’68.

4. El rector Francisco Barnés de Castro cedió a las demandas proponiendo que las cuotas fueran voluntarias, pero el movimiento no aceptó eso como solución al conflicto.

Si no se citan las razones del CGH y muchos analistas para rechazar esa medida, se está construyendo una imagen de intransigencia. Pero además hay dos aspectos muy importantes. Primero: aun siendo voluntarias, tales cuotas eran ilegales, porque la Constitución establece que la educación pública debe ser gratuita, y eso significa que lo será incluso para quienes puedan pagarla; los derechos son iguales para todos. Segunda, y más importante: tomando de base a la historia, la maestra suprema, era de esperar que tales cuotas, ya implantadas aunque fuera de esa manera, se volverían obligatorias en cualquier momento; ahí está el ejemplo del impuesto sobre la tenencia de automóviles, que supuestamente iba a ser sólo para financiar la olimpiada de 1968... y aún lo pagamos. Con un adversario histórico no se puede ser tan ingenuo como para confiarse; si uno le deja una puerta entreabierta se mete tarde o temprano. Es un postulado elemental de la izquierda social, que conserva la memoria histórica, y que no es entendido por los amantes de la izquierda “dialoguera”, que infla su discurso precisamente con esa palabra, pero siempre evade el hecho incontrovertible de que cuando se trata de un enemigo histórico ese diálogo no puede darse de buena fe, sino con estrategia; porque el enemigo siempre golpeará en las partes débiles que encuentre.

5. En julio, investigadores eméritos de la UNAM, apoyados por 41 profesores de diversas disciplinas, llamaron al CGH “a dar por terminado el paro y presentar sus planteamientos en los foros de discusión, en la inteligencia de que las propuestas que surjan deberán ser llevadas a los correspondientes órganos de decisión”. Los huelguistas rechazaron la propuesta.

De nuevo nos topamos con una selección de hechos que no da espacio a las razones de los estudiantes en huelga; éstos entendieron que la propuesta NO RESOLVÍA NINGUNA DE LAS DEMANDAS. Era la típica estrategia de “a demandas concretas, respuestas ambiguas”. Se pedía derogar las cuotas, desvincular al Ceneval y etc., y los eméritos ofrecían (fanfarrias por favor)... espacios de discusión. Además, los “eméritos” –no todos lo eran, pero llamarles así en su momento fue parte de la estrategia propagandística- planteaban lo mismo que las autoridades: llevar todo a los órganos de decisión... controlados por aquéllas.

Si uno se mete a investigar cómo se aprobó el reglamento de pagos que detonó el conflicto, se dará cuenta de que ahí precisamente fue donde funcionó la sucia maquinaria corporativa de los burócratas ligados al gobierno federal que controlan la UNAM. ¿Cómo avalar una propuesta que pone la decisión en las manos de los mismos grupos que detonaron el conflicto? Imaginemos unos obreros que se van a huelga y piden incremento del 20% en salario y del 10% en prestaciones... así de claro; y a cambio reciben como oferta “foros de discusión” de donde salieran propuestas que fueran discutidas entre el patrón y la representación sindical... que los obreros ya saben que es corrupta. ¿Aceptaríamos la propuesta si fuésemos los obreros? ¿Nos parecería intransigencia?

6. Con el tiempo se habían agudizado las contradicciones y conflictos al interior del CGH y se vivía un clima de revanchas y falta de autocrítica.

Esto no es del todo cierto. Tal afirmación se basa precisamente en las notas sesgadas de los medios. Es la estrategia de seleccionar los hechos que se comunican para construir una cierta imagen, y luego hacer sesudos análisis con base en dicha imagen falsa. Incluso parte de la prensa orientada a la izquierda cayó en eso.

Al mismo tiempo que surgían esas notas, no necesariamente inventadas, pero sí seleccionadas entre otras que contradecían la imagen deseada, gente como Tomás Mojarro daba cuenta de otras actividades y situaciones con grupos más cultos políticamente y mejor organizados... al mismo tiempo que les criticaba como aliado sus fallas estratégicas. Además, esas divisiones y problemas son propias de TODO movimiento, pero casualmente sólo se hace énfasis en esas cosas en ciertos momentos.

7. Había presión de los grupos radicales por mantener el paro en aquellas escuelas donde las comunidades se pronunciaban por reanudar actividades.

Esto está copiado casi textual de una publicación ligada a la izquierda, pese a lo cual se percibe el uso del lenguaje con fines ideológicos. No se vacila en etiquetar según postura: quienes se pronunciaban por seguir el paro eran “grupos radicales” y quienes querían clases eran “la comunidad”; desde luego, las razones de los “radicales” para no bajar la guardia carecen de importancia. Se refuerza la imagen de intransigencia al insinuar –sin pruebas- que la mayoría de los estudiantes quería clases, mientras que para los “otros” se usa el término reduccionista “grupos”. Aquí vale preguntarse una cosa: aun suponiendo que realmente una mayoría significativa estaba por terminar una huelga que era para abolir cuotas ilegales, ¿desde cuándo la voz de las comunidades es decisiva para ver si se lucha por el respeto a la ley? Lo legítimo de una lucha no se mide por el número de personas que la sustentan.

Por lo visto, la idea básica de la democracia como la voz de las mayorías sólo es esgrimida cuando conviene; cuando no, que todo se decida por grupos dirigentes.

8. En noviembre, Francisco Barnés de Castro renunció a la rectoría de la UNAM, rebasado por el conflicto.

En realidad lo “renunció” el presidente Zedillo, como parte de una nueva estrategia, que quedó a cargo del nuevo agente suyo en la UNAM, Juan Ramón de la Fuente. No es que Barnés fuera rebasado por el conflicto, sino que se cambió la estrategia. Para quitarle a las autoridades de la UNAM la imagen de intransigencia y pasársela al CGH, se recurrió al gatopardismo: cambiar todo para no cambiar nada. De la Fuente llegó con una imagen conciliadora, con la oferta de diálogo, pero como siempre sucede con un adversario histórico, tal diálogo fue sólo una maniobra para ganar tiempo, pues finalmente se violaron los acuerdos y se avanzó en un satanización en los medios. En términos generales, la misma estrategia usada años antes contra los zapatistas.

Las reuniones entre estudiantes y representantes de Rectoría se realizaron en el Palacio de Minería a finales de 1999. Luego de alcanzar algunos acuerdos, las autoridades cortaron unilateralmente las pláticas y en enero presentaron algo que fue conocido como la Propuesta Institucional, para levantar la huelga.

9. La Propuesta Institucional del rector contemplaba dejar definitivamente sin efecto el RGP.

Es una verdad a medias, y por tanto falso, decir que la propuesta dejaba sin efecto las cuotas. Lo que proponía era que serían derogadas si así lo decidían los órganos que las autoridades controlan. No aclarar eso es otra forma de construir una imagen de intransigencia, y ahora la gran mayoría de los medios -incluidos algunos ligados con la izquierda- lo reseñan así. Se limitan a decir que el CGH rechazó la propuesta sin mencionar sus razones; y éstas fueron, de nuevo, que en realidad no conllevaban solución alguna. Se le estaba pidiendo al CGH que renunciara a su única arma de presión –la toma de las instalaciones- y ya desarmado confiara en que los organismos corporativos controlados por las autoridades les resolvieran sus demandas. En pocas palabras, era esencialmente la misma cosa que meses antes propusieron los llamados eméritos.

El rector organizó un plebiscito el 20 de enero para que se votara la Propuesta Institucional entre la comunidad universitaria.

10. La iniciativa del plebiscito contó con el respaldo de intelectuales y académicos.

Una información objetiva habría agregado “y con el rechazo y fuerte crítica de otros”. Pero si no se les mencionó, mucho menos serían citadas sus razones. Y había dos de buen tamaño. Primera, que con ese plebiscito las autoridades rompieron su palabra, pues violaron los acuerdos de Minería de diciembre de 1999, donde reconocieron al CGH como EL ÚNICO interlocutor válido para solucionar el conflicto. Segunda, que la propuesta de rectoría implicaba preguntar a la comunidad su parecer respecto a las cuotas (pues sugería que éstas fueran derogadas sólo si así se decidía, y el cumplimiento de la ley no se somete a consulta pública ni a revisión de ningún órgano. La Constitución establece, en su artículo tercero que “toda la educación que el Estado imparta será gratuita”. Toda significa exactamente eso.

11. Como resultado del plebiscito, el 87 por ciento de los 150 mil participantes respaldaron la propuesta institucional y pidieron la reanudación de actividades.

Estas cifras fueron difundidas con gran entusiasmo hace nueve años y hace unas semanas nuevamente. Casualmente se omitió –y omite- mencionar qué porcentaje del total DE LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA eran esos 150 mil que –por mala fe o falta de entendimiento- legitimaron la maniobra deshonesta de Rectoría. Según cifras proporcionadas en su momento por la Consultoría Mitofsky –que puede ser todo, menos una organización de izquierda-, el padrón de la UNAM era de unos 400 mil miembros. Vaya representatividad la del plebiscito. Éste habría sido un fracaso para las autoridades... si no fuera porque los medios se dedicaron a ocultar cosas como ésas para dar la impresión de que la gran mayoría de la comunidad universitaria estaba contra los huelguistas, que éstos eran un grupito intransigente.

12. Los paristas se limitaron a desautorizar los resultados del plebiscito.

Ellos resaltaban lo ilegítimo de él y su falta de representatividad. Al no citar sus argumentos y usar el verbo “desautorizar” se refuerza la imagen de intransigencia.

Además, algo que recibió poca difusión hace nueve años y ninguna ahora (ni por muchas de las plumas de “izquierda”) es que en respuesta al plebiscito de las autoridades, el CGH hizo su propia consulta paralela, cuyos resultados ni siquiera se molestaron en analizar.

13. Como preludio del operativo que entró a Ciudad Universitaria, el primero de febrero elementos de la Policía Federal Preventiva entraron a la instalaciones de la Preparatoria 3, a raíz de de un enfrentamiento entre personal de la Dirección General de Protección a la Comunidad de la UNAM e integrantes del Frente Estudiantil Justo Sierra.

Así se dijo hace unas semanas, omitiendo que hubo denuncias de que fue una provocación para dar a la PFP el pretexto de invadir.

14. Los paristas estaban divididos, y enfrascados en largas asambleas.

Muy cierto, y es una de las cosas que –de buena fe- hay que cuestionar al movimiento; pero ¿qué carambas tiene eso que ver con el hecho de que fueron traicionados por Rectoría, sujetos de una feroz campaña de desprestigio y agredidos en forma bestial e ilegal? De nuevo se quiso –y quiere- justificar el fin de la huelga insinuando que la UNAM estaba en manos de gente sin rumbo. El sábado 5 de febrero de 2000 unos dos mil 260 uniformados ingresaron a Ciudad Universitaria. Una gran cantidad de estudiantes y maestros, así como personas que apoyaban la huelga fueron acusados nada menos que de terrorismo y motín. Ahí se detuvieron las más “atrevidas” reseñas de febrero pasado. Nada de las denuncias sobre irregularidades legales acaecidas con ello, ni sobre los señalamientos en el sentido de que el operativo de invasión a Ciudad Universitaria implicó varias violaciones legales serias. Todo eso fue casi completamente censurado en su momento y ahora puede ser cómodamente borrado de la historia... a menos que hagamos algo.

Ésa es la importancia de conservar la memoria histórica, porque de lo contrario años después nos recetan una versión “revisionista” como la anterior, y seguiremos siendo presas fáciles de las manipulaciones informativas y conceptuales que nos lanzarán desde los medios cuando surjan los próximos –y seguros- movimientos de protesta social.

Esto es importante sobre todo ahora, que el actual gobierno está llevando la criminalización de la protesta social a extremos pocas veces vistos en las épocas recientes. Hay que aprender a diferenciar las plumas aliadas de las que no lo son. Se trata de cultivarnos por nosotros mismos, tener más opciones (que no están en los medios comerciales, pero que existen), definir nuestra propia postura ante las cosas y aprender a discriminar con juicio.

Es eso, o seguir diciendo que los estudiantes son delincuentes; o sea, seguir pisándonos a nosotros mismos sin darnos cuenta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me dejan muy sorprendido señores en la manera como justifican una huelga que detuvo la vida academica y actividades de la UNAM paralizada por un sinsentido y que tanto afecto a la educacion publica de nuestro pais que dicen defender. Si se cometieron errores de todas las partes; su vision es idilica y totalmente ausente de la auto-critica.